Elbrus: descenso con esquís

Después de las excursiones  por el valle de Baksan y de las ascensiones con esquís desde Barrels hasta las rocas Pastukhov a 4800 m, pensamos que ya estábamos aclimatados. Había llegado la hora de atacar la cima del Elbrus, 5642 m.

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Aunque no presentábamos síntomas de mal de altura, valoramos la posibilidad de descansar un día y atacar la cima después. Pero se preveían temperaturas suaves (entre –5º y 0ºC) y vientos flojos (de 20 a 30 km/h) en la cima, algo fuera de lo común en esta montaña, mientras que pasado mañana el tiempo podría empeorar. El Elbrus ya no estaba tan lejos ni tan arriba, y no podíamos desaprovechar esta oportunidad.

Había que aprovechar el buen tiempo.

¿Conseguiremos llegar mañana a la cima?

Esa noche los nervios apenas nos dejaron dormir y a las dos de la madrugada estábamos en pie. A las tres nos calzamos los esquís, siendo los únicos en salir desde Barrels, ya que la mayoría de la gente que sube al Elbrus es trasportada en máquinas “pisanieves” hasta Pastukhov, perdiendo mucho de ese carácter montañero que tiene un pico tan alto, y dejando reducida la ascensión a la mitad.

Saliendo de Barrels a las 3 de la madrugada.

Mucho frío con las primeras luces.

A 4700 m. y a las seis y media de la mañana, aunque hiciera un tiempo anormalmente bueno, no  es precisamente calor lo que sentíamos a la luz de un sol que llevaba pocos minutos alumbrando tímidamente unas cumbres minuciosamente talladas. Y es que nunca se nos borrará de la memoria el momento en el que miramos hacia atrás y contemplamos como la sombra del Elbrus cortaba el horizonte, dando la impresión de que hubiera dejado el cielo dividido en dos.

 Impresionante sombra del Elbrus.

Cerca de las rocas Pastukhov.

Pero no había tiempo para detenernos a observarlo y quedarnos fríos, así que inmersos en nuestros pensamientos seguimos avanzando en lo que sería el tramo más inclinado hasta el momento. Nos esperaban unas empinadas pendientes de nieve helada que hubiéramos podido afrontar cómodamente con las cuchillas que dejamos en casa para reducir peso. Al final, con los esquís a la espalda, el buen ritmo que hasta ese momento llevábamos, se vio bastante ralentizado.

 A partir de aquí, empezamos a tener problemas con la nieve helada.

Y por fin nos llegan los primeros rayos de sol.

Alcanzados los 5000 metros iniciamos la diagonal, que en travesía remonta 400 m. de desnivel flanqueando la ladera de la cumbre Este, hasta el collado que separa las dos cimas llamado “la silla de montar”. Parecía que estaba cerca, pero cuando tras media hora te parece que sigue estando igual de lejos, es el desánimo lo que te invade. Una hora después, parece que la montaña se ha estirado y que las malditas rocas siguen a la misma distancia. Ahora quedaba la parte psicológicamente más dura de la subida, y con el estómago vacío no se discurre con claridad. Así que nos sentamos en la nieve, abrimos el macuto, y sacamos el bocata de jamón.

 Esquís a la chepa en la nieve dura de la diagonal.

Sufriendo la eterna diagonal.

Una vez recargadas las pilas iniciamos de nuevo la marcha hasta el collado, con los esquís calzados. Aquí hay unas ruinas de un antiguo refugio en donde la mayoría de los esquiadores dejan sus tablas y continúan andando a la cima. Nosotros seguimos con ellos nuevamente en la espalda, y es Lis la que ahora va en cabeza marcando el ritmo en estas rampas finales, que son también las más inclinadas. Ensimismados en nuestros pensamientos, levantamos la vista y por fin  contemplamos la cima en el otro extremo del plató a la que llegamos entre felicitaciones y risas.

Por encima de las empinadas rampas pasado el collado, por fin vemos la cima.

Felices en la cima del Elbrus.

¡Ya estamos en la cumbre, y ahora viene lo bueno!- Los primeros virajes en la nieve helada de la cima nos han hecho entrar en calor enseguida, y nos hemos desviado hacia las rampas más inclinadas e interesantes que descienden directamente hasta el Collado. La ladera de unos 45º a 50º está dividida por un gran serac central, y tiene en su parte superior un pequeño resalte de hielo del glaciar somital. Las espátulas de nuestros esquís asoman por encima de la cornisa, y de un salto accedemos a esta preciosa ladera, de nieve un poco costrosa, en la que encadenamos unos cuantos virajes cada vez más amplios y rápidos.

Primer viraje en la nieve dura de la cima.

Con precaución en los primeros metros.

En la parte más empinada (40º) que lleva al collado.

Iniciando el rápido descenso hacia la diagonal.

Continuamos la bajada por una nieve polvo-húmeda muy divertida de esquiar, en la que es fácil dejarse llevar por el entusiasmo. La velocidad de Alberto nos pone los pelos de punta, pero no hay que olvidar que estamos en una zona glaciar de  profundas grietas. La velocidad a la que descendemos nos proporciona cierta seguridad, siempre y cuando se tenga en cuenta la zona en donde vas a cargar el peso en los virajes o en las detenciones.

Y un poco más abajo disfrutamos de la nieve empezando a transformarse.

Lis dando ejemplo de cómo se baja.

Con el Cáucaso a nuestros pies.

Aprovechando los últimos giros.

Pletóricos llegamos a Barrels donde esperamos a nuestros compañeros que iban andando. Sin duda acertamos en no esperar un día más, ya que al día siguiente, mientras bajamos en el telesilla, la tormenta arreciaba y los rayos que caían cerca nos mantenían un tanto asustados bajo aquellos cables. Ese día nadie pudo alcanzar la cima, todos los grupos se dieron la vuelta debido a la nieve y la tormenta. Incluso al día siguiente, tras una nevada de 30 cm. sólo algunos llegaron a la cumbre, bajo unas temperaturas de -20ºC y vientos de 100 km/h., que provocaban tal ventisca que no se veían ni los pies.

Al llegar a Barrels, cansados pero felices.

Tuvimos mucha suerte con el tiempo, pero una buena planificación y entrenamiento son imprescindibles para tener éxito en esta montaña que aunque fácil, es alta, ventosa y fría. Ahora sabemos que han merecido la pena tanto entrenamiento y esfuerzo. Ni las quemaduras en la nariz, ni los labios hinchados, ni las ampollas en los pies, pudieron borrar nuestras caras de satisfacción mientras soñamos con otras montañas. Soñar no nos cuesta y nos mantiene vivos.

Uno de los viajes más divertidos y que con más cariño recordamos. Luis, Paloma, Jorge, Visi, Álvaro, Serguei, Lis, Mariano, Rodri, Alberto y Jesús.

Texto: Lis Álvarez de Cienfuegos, Álvaro Pantoja y Alberto Pantoja

Imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.

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Categorías: ESQUÍ, Esquí de Montaña

Elbrus: aclimatando por el valle de Baksan

Sumidos en los calores de julio nos resistíamos a guardar los esquís, así que buscando la nieve nos dirigimos al Elbrus, que con sus 5642 m es la cima de la Europa oriental. La idea de bajarlo con esquís hacía tiempo que nos rondaba la cabeza.

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Y es que, después de una temporada invernal un tanto escasa de nieve en Europa, nos quedamos con ganas de continuarla, así que decidimos ir a lo más alto del continente a ver si allí teníamos más suerte. El grupo lo formamos nosotros tres (Lis, Álvaro y Alberto), nuestros padres (Visi y Jorge, y Paloma y Luis) y tres amigos (Mariano, Jesús y Rodrigo). Nos habíamos estado preparando a conciencia: muchas carreras de esquí de montaña; muchos kilómetros esquiando fuera de pista en Pirineos y Alpes; y unas cuantas escaladas en el Atlas, Andes y TienShan.

Álvaro, Lis y Alberto de tránsito en Moscú.

En el aeropuerto de Moscú en tránsito hacia Mineralnye Vody en el Caucaso, y con 35º nos pusimos las botas de esquí y los pantalones y chaquetas de montaña para evitar pagar sobrepeso en el avión. Fueron unos minutos de sofoco, pero nos ahorramos un dinerillo, ya que los 25 kg permitidos nos resultaban escasos llevando esquís.

A 35º y con las botas puestas.

Ya en la república de Kabardino-Balkaria nos alojamos unos días para aclimatar en Cheget, un pueblo rodeado de preciosos bosques y ruinosos edificios abandonados, y núcleo turístico con unos antiguos remontes de esquí que dan acceso a unas laderas impresionantes.

El pueblo de montaña de Cheget.

La cordillera del Cáucaso es de origen alpino, muy agreste y con varios picos de más de 5000 m. Imponentes agujas se elevan por encima de glaciares de gran extensión y sus pendientes son de fuerte inclinación y gran complejidad.

Las agrestes cumbres del Donguzorum.

El Elbrus, sin embargo, es un volcán de dos cimas casi gemelas formadas por rocas plutónicas con un relieve mucho más suave que sus montañas vecinas, pero a las que supera en más de 1000 m de altura, y rodeada por un casquete glaciar de gran extensión. Una montaña fría y con fuertes vientos.

Los glaciares rodean la cima del Elbrus.

Existen instalaciones de esquí en Cheget (3 telesillas, 1telearrastre) que nos elevan hasta 2950 m, y en Azau cerca de Treskol (2 telecabinas, 2 telesillas) que nos llevan hasta 3700 m, al pie del glaciar Garabishi.

Telesilla monoplaza de Cheget. Foto: Jesús Mayor.

Cañones para provocar aludes a distancia y evitar riesgos para los pueblos.

Para aclimatar realizamos las siguientes excursiones, que en temporada invernal se realizan con esquís, y que nos sirvieron también para conocer esta región del Cáucaso y sus gentes:
Cascada “lágrimas de niña”: Partimos de Terskol a 2100 m por la pista que va al observatorio astronómico y a unos 2800 m nos desviamos a la izquierda y encontramos esta cascada que nos invita a ser bautizados con el agua de los glaciares del Elbrus, hasta los que podemos llegar si seguimos ascendiendo.

Cascada “lágrimas de niña” al pie del Elbrus.

Aprovechando para entrenar.

 – Valle del Shkhelda: Desde el Campamento Shkhelda a 1700 m ascendemos hasta la lengua del glaciar del mismo nombre a 2200 m. Aquí contemplamos la gruta de la desembocadura de este glaciar en el que incluso crecen árboles encima del hielo. Remontando el glaciar hacia el sur hasta unos 2800 m., llegamos en 4 horas a la confluencia de los glaciares del Yusengi y del Ushba.

 

Valle del Shkhelda.

Cerca del glaciar Yusengi.

Monte Cheget: Desde el pueblo de Cheget a 2050 m podemos ascender a este pico desde el que se tiene una perspectiva total de la ruta del Elbrus. Nos llevará en torno a las 4 ó 5 horas llegar hasta sus 3461 m, aunque podemos acortar la ascensión si utilizamos los remontes mecánicos del lugar.

Ascendiendo con el Donguzorun al fondo.

El monte Cheget entre nubes.

Pico Gumachi: Ascensión a esta montaña de 3805 m que se realiza en dos jornadas desde el campamento Jantugan a 2000 m, pernoctando al pie del glaciar. Es un excelente mirador de los picos Kashkatash, Bashkara y Jantugan.

Valle del Adylsu.

Los picos Kashkatash y Bashkara.

La previsión de tiempo estable nos anima a ascender gracias a los telecabinas, hasta Barrels, campo base del Elbrus a 3700 m y al borde mismo del glaciar Garabishi. Nos alojamos en unas grandes barricas de chapa, calientes y confortables, que sirven de refugio.

Uno de los grandes peligros del Elbrus: su Telecabina.

Barrels a 3700 m al pie de los galciares del Elbrus. Foto: Jesús Mayor.

Sin perder más tiempo ascendemos “foqueando” hasta el Priut 11 a 4100 m., un antiguo refugio que se quemó y ya ha sido reconstruido, y desde el que algunos prefieren atacar el Elbrus.

 
Hacia el Priut 11.

 El grupo al completo en el Priut 11.

Confirmando nuestras esperanzas, la montaña estaba cargada de nieve polvo y las grietas del glaciar totalmente tapadas, así que el descenso por esta suave ladera lo realizamos a gran velocidad y con amplísimos giros.

 Álvaro bajando del Priut 11.

Siguiendo con nuestro plan de aclimatación, al día siguiente subimos hasta las rocas Pastukhov a 4900 m en 3 horas en lugar de las 4 ó 5 habituales, disfrutando de otro rápido descenso que nos elevó la moral a todos.

 Paloma Dorda bajando de las rocas Pastukhov.

El Elbrus parece estar muy cerca, pero ¿será esto cierto o será sólo una apreciación nuestra?

 Lis, Alberto y Álvaro con el Elbrus al fondo.

Texto: Lis álvarez de Cienfuegos, Álvaro Pantoja y Alberto Pantoja

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