Kyrguizstán: Karkará N

En Kirguistán hemos conocido el lado más auténtico y puro del esquí de montaña. Sensaciones de libertad y de soledad en una inmensidad de valles y laderas, lejos de la civilización. El contacto con una naturaleza salvaje y auténtica, descubriendo secretos ocultos, aprendiendo grandes lecciones y conociéndonos mejor a nosotros mismos. No es la primera vez que venimos, ni será la última. Volveremos, siguiendo el espíritu nómada de este pueblo.

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Kirguistán es un país del que la gente apenas ha oído hablar. Las connotaciones de su nombre evocan tierras áridas y culturas cerradas. Pero estos prejuicios están bien lejos de la realidad. Este es un lugar de confluencia y convivencia entre distintas culturas. Cristianos, ortodoxos y musulmanes comparten este territorio. Los rasgos orientales propios de los pueblos de Asia Central, se mezclan con los occidentales debido a la colonización soviética. En la variedad de sus gentes encontramos, sin embargo, elementos comunes: la amabilidad y la hospitalidad. Y esto hace de esta tierra un lugar tranquilo y seguro, en el que nos sentimos como en casa. Gracias a nuestros amigos de Ak-Sai Travel pudimos disfrutar de auténtico esquí de montaña en el Tien Shan.

Después de sobrevolar la inmensidad plana de la estepa rusa, aterrizamos en Bishkek y la primera imagen que tenemos de la capital se dibuja en un escenario de montañas con grandes paredes y glaciares. Kyrguizstán se sitúa a la misma latitud que la Península Ibérica, en Asia central, entre China, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán, con una geografía definida y dominada por el terreno montañoso de las cordilleras del Pamir y del Tien Shan. Tres de sus cimas alcanzan los 7000 metros (Khan Tengri, Lenin y Pobeda) y su altitud media es de 2750. Así pues, es cierto cuando dicen que Kirguistán no es un país de montañas, sino montañas hechas país.

Nada más comenzar el camino hacia el este nos damos cuenta de que el simple hecho de llegar a nuestro destino será una aventura. Nos dirigimos a la frontera con Kazajstán, al campamento de Karkará, en la esquina nordeste del país. Atravesamos por carretera la orilla norte del lago Issyk-Kul, el segundo lago salino más grande del mundo y el séptimo más profundo, cuyo nombre significa “lago caliente”. Pronto el asfalto va desapareciendo y ganamos altitud. La carretera se adentra en unas montañas cada vez más cubiertas de manto blanco y la pericia de los conductores se hace notoria a medida que las ruedas van hundiéndose en la nieve. En el paso fronterizo la presencia militar contrasta con las sonrisas de los niños de la aldea de Karkará.

Ayudados por las motos de nieve, recorremos los últimos kilómetros hasta el campamento. Una instalación en la orilla del río que separa ambos países y que tiene todas las comodidades que podríamos desear. Las instalaciones del campamento están gestionadas por la agencia de turismo Ak-Sai Travel (https://ak-sai.com/es/) y tienen todas las comodidades que se pueden pedir en un lugar perdido entre las montañas: cabinas dormitorio dobles con calefacción; aseos, duchas de agua caliente y lavadora; una amplia estancia comedor en donde realizar los briefings antes de esquiar; conexión WiFi; e incluso una sauna junto al río en la que relajarnos tras las intensas jornadas de actividad.

La emoción de haber llegado a este lugar tan increíble trae el primer toque de atención de la semana: al llegar la noche y descubrir el cielo abarrotado de estrellas, nos alejamos cien metros del campamento para hacer unas fotografías nocturnas y los guías no tardan en salir a llamarnos a voces para que regresemos. Cuando preguntamos por qué, responden “because of the wolves” (debido a los lobos). Sólo ver sus huellas los días siguientes o recibir la noticia de que la semana anterior habían devorado un perro del campamento, nos pone la piel de gallina.

El Valle del Karkará:

Comenzamos las jornadas de esquí reconociendo el Valle de Karkará, el más próximo a las instalaciones. En esta toma de contacto, descubrimos un terreno muy variado de laderas poco inclinadas de bosque muy abierto de coníferas. Tan sólo en las laderas cimeras observamos mayor inclinación y terreno rocoso. En la zona intermedia encontramos pequeñas hoyas y espolones, palas más inclinadas, cornisas… es una zona muy divertida con un relieve muy franco. Las rampas se van tumbando hacia el fondo del valle hasta llegar al río en el que se encuentra nuestra base. El valle de Karkará ofrece opciones muy variadas para todos los niveles y sus zonas de bosque son perfectas para resguardarnos en los días de poca visibilidad o mal tiempo.

Los servicios del campamento incluyen el traslado en motos de nieve, a primera hora de la jornada, hasta el fondo del valle elegido para esquiar. O bien sentados en la parte trasera de las motos, o remolcados con cuerdas, nos dejarán en el comienzo de las pendientes pronunciadas. Ir remolcado es mucho más cansado, pero desde luego, infinitamente más divertido.

Desde donde nos han dejado las motos en esta primera jornada, ya podemos contemplar el objetivo de hoy: el Karkará Peak, de 3150 m de altitud. Su cara norte presenta unos contrafuertes empinados e interesantes entre los que se encuentran corredores asequibles. Proponemos a Vadim, nuestro guía, el descenso por uno de esos corredores para empezar. Pero nos sorprende diciendo que no ve posible la bajada, no por la dificultad técnica si no porque en esta época del año la nieve está muy inestable. Insistimos y decidimos intentarlo.

Llegando a la zona en donde empieza la pendiente vemos que la nieve está muy venteada por lo que pensamos que sería conveniente hacer un rápido sondeo antes de entrar en la parte expuesta. El resultado nos deja atónitos: nunca hemos visto un manto de nieve como éste en ninguna otra montaña a la que hayamos ido. Bajo 50 cm de nieve polvo compacta, el manto está compuesto por más de un metro de cubiletes sin ninguna cohesión, hasta el suelo. Por supuesto que los tests de inestabilidad nos confirman las sospechas: con una sobrecarga débil se viene abajo.

Va a ser que Vadim tenía mucha razón. Nos cuenta que esto es habitual aquí y que en primavera el manto es muy inestable. Probablemente el intenso y continuo frío que llega hasta aquí durante todo el invierno desde Siberia, transforma cada capa de nieve que cae en granos angulados y de nula cohesión, haciendo que la nieve de primavera superficial menos fría, aísle y mantenga la metamorfosis de gradiente térmico durante muchas jornadas. Decidimos seguir por la cresta medio pelada hasta donde consideramos que empieza a no ser asumible el riesgo. Nos calzamos los esquís y bajamos la parte peligrosa por la misma cresta para luego afrontar las laderas bajas menos inestables. Por supuesto con todas las medidas de precaución posibles y el asa del ABS a mano.

Llegados al fondo del valle, volvemos a remontar hacia otras zonas más protegidas por el bosque, en donde el viento no ha formado placas tan densas. Desde el cordal entre el Chamynsai y el Karkará podemos ver el impresionante circo de la cara Noroeste de este último pico. Una pena pensar que, si no cambia, con estas condiciones va a ser intocable. Aún así, el terreno de juego en la zona boscosa es muy divertida, con cornisas, acumulaciones de nieve polvo y protegidos del viento.

Aprovechamos este valle para esquiar durante esos días en los que, ya sea por las malas condiciones meteorológicas o por la inestabilidad del manto nivoso, aventurarnos más allá resulta peligroso. La cantidad de pequeñas lomas, con diferentes orientaciones y pendientes, hacen que siempre encontremos rincones interesantes y divertidos de esquiar. Y para finalizar la jornada sólo te tienes que dejar deslizar valle abajo, por donde las motos nos han remolcado a primera hora, para llegar hasta el campamento a la orilla del río, y reponer fuerzas para el día siguiente.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.

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Categorías: ESQUÍ, Esquí de Montaña

Kyrguizstán: Tyup Peak N

El Valle del Tyup está enmarcado entre blanquísimas montañas con innumerables aristas y laderas repletas de “spines” que rodean el Tyup Peak, de 3320 m de altitud. Elegir el objetivo del día resulta difícil entre todas las posibilidades que hay, ya que el Tyup es una de tantas cumbres en un larguísimo y nevado cordal que cierra este valle. Inmensidad, soledad, descubrimiento. El paraíso del freeride.

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Todos los días a primera hora nos reunimos con los guías de Ak Sai Travel para preparar la jornada. Nos cuentan que hay tres valles que rodean las tres principales vertientes del pico Karkara, de 3150 metros de altitud: el de Karkará (norte), el de Tyup (oeste) y el de Tyuz (sur). El campamento se encuentra a 2200 metros en la entrada al valle de la cara norte y dispone de motos de nieve con las que realizar las aproximaciones hasta el inicio de cada itinerario. Los conductores de los coches que nos trajeron hasta aquí pilotan las motos y están en continuo contacto con los guías vía walkie-talkie. Con ellos decidimos a donde ir y si necesitaremos su ayuda para acercarnos a estos inmensos valles.

Hoy amanece un nuevo y despejado día, así que decidimos ir con nuestro guía Vadim a conocer el Valle de Tyup. Es una larga excursión en las que las motos nos remolcan hasta el Chamynsai Pass y desde allí descubrimos la inmensidad del valle a nuestros pies. A lo lejos aparecen cientos de crestas nevadas con “spines” laterales que caen casi hasta el fondo del valle. Allá donde miremos podemos ver líneas potentes y empinadas, pero nuestro guía Vadim nos explica que hemos elegido una época tardía para ese tipo de descensos. Por un mes de retraso, tendremos que tachar de nuestros objetivos muchas canales y laderas de ensueño pero las opciones siguen siendo casi infinitas.

El Valle de Tyup:

Este valle es más grande que el de Karkará y sus cimas alcanzan mayor altitud, compartiendo con el Valle de Tyuz los 3380 metros del Pico Charkuduk. El Tyup Peak no destaca demasiado en el cordal que cierra el valle por el sur. Cualquier otro pico nos serviría como objetivo. Decidimos uno de tantos, con un acceso que no parece demasiado empinado ya que el peligro de aludes está presente. Desde el Chamynsai pass tenemos que alcanzar primeramente el fondo del valle y, como siempre, realizamos un pequeño sondeo en la nieve para comprobar su estabilidad. Aunque estas primeras trazas parece que no plantean problemas, deberemos estar muy atentos a su evolución a lo largo del día.

La esquiada discurre por laderas suaves y abiertas, con poco bosque, agradables para empezar el día y calentar motores. En verano, toda esta región es verde. Hasta los 3000 metros de altitud las laderas son una tupida alfombra de hierba plagada de edelweiss, sin apenas presencia de rocas. Es el terreno perfecto para el desencadenamiento de aludes de fondo: la hierba es un plano de deslizamiento y los árboles y arbustos, que a menudo están separados y aislados entre sí, actúan como puntos débiles por los que se propagan las posibles roturas de placa. Pronto nos damos cuenta de que estas sencillas laderas no son tan inofensivas como en un primer vistazo nos pudiera parecer. La presencia de los guías kirguizes es imprescindible para progresar con seguridad por este terreno.

Una vez llegamos al fondo del valle, para alcanzar el comienzo de la ascensión tenemos que ascender hasta el hombro Oeste del Karkara Peak, a 2670 m, para después bajar por la ladera opuesta. Desde arriba podemos contemplar el circo glaciar de la vertiente noroeste del karkará. Esta pequeña cima tiene unas vistas privilegiadas y es el mejor lugar para elegir los itinerarios de ascenso hacia el macizo del Charkuduk. Tomar una decisión no es fácil ya que las primeras rampas tienen una inclinación considerable y bosque mucho más denso. Junto a Vadim, decidimos trazar una ruta evitando todo lo posible cruzar por las zonas más propensas al tránsito de avalanchas.

Este segundo descenso, ya con las piernas a tono, lo realizamos a fuego, del tirón. Esto es mucho más grande de lo que parece y las horas se nos echan encima sin quererlo así que decidimos acelerar el ritmo. Ya sin aliento llegamos al final de esta formidable bajada, justo en el río desde el que empieza la verdadera ascensión del día hacia el Tyup Peak.

Cruzamos el río y afrontamos las primeras rampas en la zona de bosque. El sol empieza a calentar demasiado y la nieve reciente fría comienza a transformarse y a humedecerse, por lo que decidimos abandonar las laderas más abiertas y avalanchosas para meternos de lleno en el bosque. Por aquí ya no se avanza tan rápido debido a que nos vemos obligados a afrontar pendientes entre árboles más complicadas y serpenteantes, con “zetas” de apenas dos pasos entre cambios de dirección. La huella de ascenso empieza a ser muy profunda. Nos encontramos en cara norte y los claros del bosque son más grandes de lo que parecía por lo que las zonas más peligrosas son más frecuentes.

Comienzan los problemas con la formación de zuecos en las pieles de foca, que nos retrasan y nos desgastan. Empezamos a pensar que las condiciones de inestabilidad empiezan a ser demasiado peligrosas como para descender esas crestas a las que aún no hemos llegado. Comienza a cubrirse el cielo cuando nos topamos con lo que seguramente sea la última rampa empinada antes de llanear por la cresta, pero no estamos seguros de su estabilidad. Se hace imprescindible evaluar con la cabeza fría la situación: cambio de meteo, temperaturas suaves, nieves profundas humedeciéndose, crestas empinadas esperándonos, rescate más que difícil. Resultado: el riesgo por aludes no es asumible; nos damos la vuelta.

Las montañas kirguizes nos vuelven a enseñar que tenemos que cambiar el chip, y es que las lisas laderas cimeras en las que habíamos planeado dejar nuestras huellas al inicio de la excursión, nos empiezan a parecer intocables. Aquí todo es enorme y a medida que te acercas te percatas de la verdadera inclinación y los peligros objetivos. En el fondo del Valle del Tyup nos recogen las motos y remolcan hasta el Chamynsai Pass nuevamente para descender por el ya conocido Valle de Karkará. El tiempo ha ido empeorando y las nubes ya cubren el cielo, pero todavía podemos aprovechar las últimas bajadas en los rincones del valle.

De regreso al campamento, nos topamos con rebaños de Yaks, algún zorrillo e incluso unas huellas que nos parecen de lobo. No sería nada de extrañar como nos cuentan los guardas del campamento. De hecho, todos ellos llevan machetes enormes metidos en las botas y, cuando les preguntamos para que lo llevan siempre encima, nos contestan que por los lobos y otros animales que te puedas encontrar. El entorno aquí es salvaje y aislado.

Antes de cenar nos acercamos a la casi vacía aldea de Karkyra keremeti. Aquí hay algunas casas en las que viven los guardas del campamento, algunos con su familia. Pero el aislamiento durante el invierno no favorece el poder asentarse aquí. Sólo hace falta ver la máquina quitanieves que tienen: una auténtica preciosidad que parece que hasta este invierno la hayan usado. Al menos ahí estaban sus huellas en el terreno. También podemos apreciar el carácter trashumante de esta gente y sus rebaños, reflejado en la cantidad de casas móviles que hay. Carromatos, vagones de tren, camiones-casa, autobuses, contenedores de mercancías. Compartimos su espíritu nómada.

Para acabar bien el día, aprovechamos la sauna que hay en el campamento, junto al río, para desentumecer músculos, relajarnos y, como no, someternos a ese tratamiento de calor-frío que dicen que, supuestamente, va bien para la salud. Yo me cojí un buen resfriado, aunque no puedo asegurar que fuera por meternos en las heladas aguas del Río Karkará.

Recuperados del palizón de hoy, ya estamos soñando con lo que vendrá mañana…

Texto e imágenes: equipo RECmountain
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Kyrguizstán: Chamynsai Peak E

En el Valle de Karkará, el Chamynsai Peak de 2800 m de altitud, es la cima más accesible desde el campamento. Su vertiente este desciende en suave pendiente hasta el fondo del valle por unas amplias laderas entre el bosque de abetos. Un terreno para disfrutar esos días en los que las condiciones no te permiten ir más lejos. Repleto de rincones para gozar, aunque siempre con precaución.

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En esta región de Asia Central tenemos la sensación de estar lejos, muy lejos de la civilización. Aparte del vuelo hasta Biskek con escala en Moscú (también podemos viajar a través de Estambul), hay que dirigirse hacia el este por carretera hasta el lago Issik-Kul y continuar, ya por pista de tierra hasta el pequeño poblado fronterizo de Karkará. Tras esos 370 km, quedan otros 10 km más para llegar al campamento de Karkará Keremeti, ya en plena montaña y cuyo acceso puede estar cortado por la nieve y tenerse que hacer en motos de nieve. Pero a pesar de lo remoto del lugar, Ak –Sai Travel nos ofrece todas las comodidades y atenciones que se puedan pedir y sus guías nos facilitarán poder disfrutar al máximo de estos días. Nos fascina mirar el vasto paisaje que se extiende hacia el norte de esta región.

El Chamynsai Peak:

Desde este pico de 2800 m de altitud, el cordal continúa hasta el Chamynsai Pass y después hasta el Karkará Peak, y toda la vertiente este del valle se encuentra repleta de pequeñas lomas salpicadas de bosquetes de abetos. Es un terreno relativamente fácil y protegido para los días de mal tiempo, cuando las condiciones no nos permiten ir más lejos. También es perfecto para buscar la nieve polvo, que aquí se acumula con más facilidad que en las crestas y cumbres más altas, en donde los vientos fríos del nordeste pegan de lleno.

Otro día más comenzamos siendo remolcados por las motos hasta el Chamynsai Pass, desde donde accedemos foqueando fácilmente por el cordal, hasta la misma cima del Chamynsai Peak. Esta primera subida del día nos la tomamos con calma, disfrutando de las vistas por la cresta que se extienden, por una lado hacia el Valle del Tyup al oeste, y por el otro hacia el Valle de Karkará al este. Al alcanzar la cima del pico, el horizonte se amplía hacia el norte, hacia las vastas llanuras nevadas que a los pies de esta cordillera se extienden por Kazajstán.

Hacia el este, la pendiente cae suavemente hasta el fondo del valle, por unas amplias palas de nieve polvo. Decidimos hacerlas del tirón, desde la cima hasta los llanos. Una ladera que invita a ir rápido y fluido, para calentar motores. No nos podemos resistir a saltar su cornisa cimera para después descender de uno en uno hasta casi el fondo del valle, hasta que las piernas no dan más de sí. Una larga y rápida bajada que nos deja con los cuádriceps al rojo vivo.

Comenzamos la segunda foqueada del día, ya sin la ayuda de las motos, pero ahora remontamos el cordal desde el Chamynsai Pass hacia el sur, hacia una pequeña cima a 2750 m antes de la subida al Karkará Peak por su arista norte. Alcanzada la cima de este pico satélite, fuera las pieles y a por su ladera nordeste.

Buscamos las pendientes más umbrías en donde la nieve pueda estar más polvo y más profunda. Y las encontramos. Giros de powder en donde hundirnos hasta las rodillas. Sigue existiendo peligro de aludes y mantenemos las medidas de precaución: bajamos de uno en uno, de punto seguro a punto seguro, con los ABS preparados,…

Pero nos confiamos. Queremos conseguir mejores imágenes y decidimos remontar dos de nosotros una pequeña ladera de polvo para conseguir la foto perfecta. En mitad de la pendiente nos asaltan las dudas, pero ya era tarde y se viene abajo. La placa colapsa y nos arrastra aunque hundidos sólo hasta la cintura. Afortunadamente, la ladera fracturada no era grande y enseguida se detiene, dejándonos en la superficie y sin necesidad de echar mano del ABS. Al final todo se queda en un susto y en una hora de tiempo perdida buscando los esquís y bastones.

No recomendaríamos a nadie venir a este lugar sin un guía local. Además de su conocimiento del terreno y de las condiciones meteorológicas, por otra razón importantísima para los esquiadores europeos: aquí la nieve tiene un comportamiento muy particular. Esto se debe en su mayor parte al clima continental de esta región y a su relieve. Las temperaturas son extremas y los valles se encuentran a mucha altitud, esto hace que en invierno haya largos periodos de frío intenso. El manto tiene un gradiente de temperatura muy alto y eso genera un tipo de metamorfosis de la nieve que crea granos nuevos sin apenas cohesión. Estos granos llamados cubiletes, que no tienen una presencia importante en nuestras montañas, allí aparecen de manera generalizada en estratos muy profundos durante el inicio de la primavera. El comportamiento del manto nivoso en el Tien Shan es muy distinto a lo que nuestra experiencia nos tiene acostumbrados.

Después de alguna otra bajada más, volvemos al campamento con mucho que pensar. Esa noche el tiempo cambia y nieva intensamente por lo que, a pesar de recibir con alegría la nevada, nos vamos a la cama con muchas dudas de cómo estará de inestable mañana el manto nivoso.

En esta región, la temporada de esquí dura desde diciembre hasta abril. Los meses más fríos son los de mejores condiciones de nieve, más seca y fría. En primavera las condiciones son más inestables, especialmente en los sectores más altos, inclinados y técnicos. Sin embargo, la temperatura en esta época es más agradable y más apropiada para hacer excursiones fáciles por itinerarios seguros. Hoy volvemos a sondear la estabilidad del manto, obteniendo un resultado bastante preocupante, con casi un metro de cubiletes bajo las últimas nevadas.

Hoy está claro que aventurarse a ascender algún pico sería una temeridad por lo que nos ceñimos a la zona de bosque en la que las laderas abiertas y peligrosas son más pequeñas y localizadas. Realizamos las bajadas con todas las medidas de precaución que conocemos y parece que mientras el tiempo continúe frío y cubierto, las laderas poco empinadas son esquiables.

El tiempo es variable, aquí lo normal es que nieve con intensidad durante un rato y a las pocas horas se despeje el cielo. Y eso es lo que ocurre hoy. No es muy habitual encontrar espesores profundos de nieve polvo en los que enterrarnos, sin embargo, podemos abrir huella prácticamente todos los días. Hay que aprovechar las ventanas de sol para hacer líneas rápidas en los lugares más escarpados y cuando el tiempo empeora, refugiarnos en el bosque y descubrir sus secretos.

Pero esta mejoría del tiempo está acompañada de un aumento leve de la temperatura que, con estas condiciones de inestabilidad del manto, puede resultar peligrosa. Por eso nos limitamos a tantear pequeñas laderas en las que, de romperse algo, no sería de grandes dimensiones. Y nuevamente, aunque el terreno no es nada empinado, volvemos a colapsar una pequeña ladera que, gracias a estar alerta y haber tomado precauciones, no tiene más consecuencias que las de obligarnos a permanecer en zona segura el resto del día.

Menos mal que entre las zonas de bosque seguro, podemos encontrar rincones en los que jugar y divertirnos. Nuestro magnífico guía Vadim nos descubre esos lugares y dedicamos el resto de la jornada a ensayar algunos trucos y saltos, unos bien ejecutados, y otros no tanto.

Hoy se ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de venir con guía local, que no sólo nos salvará de un susto, sino que nos hará aprovechar más de nuestros días de esquí. Al final de esta nueva e intensa jornada, nos reunimos todos en el comedor para cenar y compartir las experiencias del día, y para degustar la gastronomía de esta región de Asia Central. La cocinera nos sorprende cada día con un plato típico de esta zona, a cada cual más rico, y tenemos que explicarle que si algo nos dejamos en el plato, no es porque no nos guste, sino porque nuestros estómagos no pueden con más.

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Kyrguizstán: Charkuduk Peak N

El Valle del Tyuz se encuentra en la vertiente este del Karkará Peak. Es un solitario y salvaje lugar rodeado de montañas de más de 3000 metros entre las que sobresale el Charkuduk Peak. Un blanquísimo pico con crestas fáciles por donde ascender y laderas amplias y abiertas por donde dejar nuestras huellas. Un objetivo aparentemente sencillo que nos volvió a dar una lección de humildad que no olvidaremos.

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El Valle del Tyuz:

El campamento que tiene instalado Ak-Sai Travel (https://ak-sai.com/es/ ) a la orilla del río Karkará se encuentra justo a la entrada del valle que lleva a la ladera norte del Karkará Peak, por donde hemos esquiado todos estos días atrás. Pero si continuamos por el valle principal hacia el sureste, el río va girando y nos conduce por una estrecha garganta hasta el Valle del Tyuz. Un lugar solitario y salvaje en el que te sientes pequeño entre tanta montaña. Las empinadas laderas con bosquetes de coníferas se alzan hasta los recuencos de antiguos glaciares, y más arriba sobresalen una infinidad de picos blancos e inmaculados.

Reunidos con los guías la noche antes, hacemos planes para la que será la última jornada del viaje. Nos proponen conocer este valle e intentar alguna de las muchas montañas que lo rodean. Pocas tienen nombre, sólo las más elevadas, y entre ellas podemos acceder a la cara este del Karkará, o la norte del Charkuduk, de 3380 m de altitud. Nosotros decidimos intentar este último y nos acompañará Marion, una esquiadora francesa que vive en Kazajstán y se ha animado a acompañarnos.

Durante esta última jornada las motos de nieve nos llevan río arriba desde el campamento hasta la base de la vertiente SE del Pico Karkara. Desde aquí foqueamos por unas laderas bastante bien protegidas por el bosque hasta salir de las sombras del valle y alcanzar las soleadas laderas desde las que podemos empezar a ver paisaje. Allá donde miremos podemos ver montañas y más montañas algunas de las cuales rozan los 4000 m de altitud.

Pasada la zona de bosque, las laderas se suavizan y nuestras vistas por fin alcanzan a ver las montañas que cierran el valle. Éste se ramifica en varios grandes circos, uno de los cuales es el que está enmarcado por el Karkará y por el Charkuduk. La vertiente este del primero no parece tener mucha dificultad ya que es fácil acceder a la arista este por la que llegar a la cima. Pero la vertiente norte del Charkuduk es otra cosa: las laderas son amplias y no muy inclinadas; las aristas no son afiladas; pero la carga de nieve hace que definir una ruta segura no sea sencillo. No nos ponemos de acuerdo en por dónde debemos ascender. Cualquier opción presenta zonas complejas que deberemos evaluar con cuidado y, a pesar de las reticencias que plantea Alberto, decidimos seguir avanzando hasta llegar a ellas.

Por fin llegamos a la primera zona compleja: es una zona muy poco empinada pero con formaciones dunares y trampas en forma de hoyas. Aunque la ladera sur por la que hemos ascendido hasta ahora parecía ser estable, nada más pasar los llanos próximos a la vertiente norte, nos damos cuenta que la nieve ha cambiado y probablemente encontremos las mismas condiciones de inestabilidad que los días pasados en el Valle de Karkará. A pesar de ser una zona poco inclinada, decidimos ir separados y progresar de punto seguro a punto seguro. Nuestro guía Vadim va delante afrontando la primera rampa peligrosa y en la primera zeta que hace, sus esquís se hunden alarmantemente, aunque puede continuar hasta superar la rampa. Pasamos Marion y después yo, hasta el llano seguro en el que espera Vadim. Repentinamente, mientras pasa Álvaro se oye un “woumpf” y la ladera entera se le colapsa, afortunadamente sin venirse abajo. Después de ascender los pocos metros que le quedan hasta el llano por la huella trazada, respiramos todos aliviados.

Alberto que estaba todavía abajo, nos increpa que volvamos. Hablamos con Vadim y consideramos que no es sensato seguir en estas condiciones: si habíamos tenido ese susto ahí, cómo estaría le tramo complejo que nos esperaba después. Ahora nos quedaba descender por donde habíamos subido, con el riesgo que eso conllevaba, pero no había otra alternativa. Todos atentos, vamos esquiando la ladera de uno en uno, con la mano en el tirador del ABS. Esquiamos lo más suave y rápido posible hasta la zona segura en donde nos espera Alberto que, como otras veces, es el que mejor intuye el peligro.

Decidimos cambiar de ladera y dirigirnos a la cara sur para emplear el resto del día en conocer esa vertiente del Karkara, una ladera plagada de palas y algún que otro resalte de rocas. Cómodamente alcanzamos la cresta este que en suave pendiente llega hasta la cumbre del pico. En el cordal de la cima tenemos una bonita panorámica de las cumbres de más de 4.000 metros que se alzan en los valles vecinos del sur, también de la llanura que poco a poco desciende extendiéndose hacia el norte, ya en territorio kazajo. También tenemos una buena perspectiva de la peligrosa ladera norte del Charkuduk que hemos abandonado.

Y por fin llega el momento del largo descenso por este inmenso valle, esta vez más tranquilos ya que la nieve en esta vertiente está más transformada y estabilizada. Nos lanzamos despreocupados por estas suaves y amplias laderas, disfrutando cada giro como cuando saboreas los últimos sorbos de un buen vino. Últimos giros de unas jornadas de auténtico esquí de montaña.

En el fondo del valle coincidimos con el otro grupo con el que hemos compartido campamento. Unos chavales de sesentaytantos: Anna, Rosa, María y Bartomeu. Grandes esquiadores y montañeros catalanes con los que hemos compartido un viaje inolvidable.

Hemos hecho buenas migas con nuestro guía Vadim, con el que no hemos dejado de reírnos mientras compartimos experiencias y conocimientos. Hemos aprendido del gran alpinista Oleg, guía de nuestros amigos catalanes. Nos hemos sentido como en casa, exquisitamente atendidos por todos los conductores, cocineros y demás empleados del campamento de Ak-Sai Travel. Conocer a todas las personas del equipo, para nosotros ha sido la mejor parte de esta experiencia. Sólo nos queda recoger nuestras cosas, desmontar el campamento como hacen los nómadas con sus yurtas, para seguir nuestro camino.

Comenzamos a despedirnos de esta región con esa sensación agridulce que tienen los buenos viajes cuando se acaban. Echaremos de menos estas montañas que tanto nos han hecho disfrutar, entre gigantescos árboles, ríos de agua helada, huellas de lobo y valles que aún están por descubrir. Echamos un vistazo hacia atrás para ver por última vez las laderas intocables. Pero ya no las miramos con la impaciencia de los primeros días, sabemos que este país y sus gentes siempre nos recibirán con los brazos abiertos para volver a dibujar nuestra firma en estas inmensas montañas.

Y ahora que estamos sumergidos en las aguas termales a la orilla del lago Issyk-Kul, con el viento frío de las montañas que lo rodean pegándonos en la cara, tratamos de grabar este instante en nuestras retinas con la intención de que se sumen a esos instantes intensos que componen la vida. Volveremos, Kyrguizstán.

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Siete Picos: canal de La Luna

Cuando la cara sur de los Siete Picos se viste de blanco, nuestras mentes imaginan multitud de posibles descensos entre rocas y árboles. Este año Alberto ha podido bajar esta línea inspirado por La Luna, una canal que desde el 6º Pico rodea sus farallones rocosos trazando un perfecto semicírculo como el perfil menguante de este astro.

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En años como este en el que la nieve ha llegado con abundancia, la vertiente sur de Siete Picos nos provoca con sus canales y palas que se entrecruzan haciendo que existan infinidad de posibles líneas de descenso. La Luna ha inspirado a Alberto para realizar este descenso que rodea uno de los más grandes contrafuertes rocosos de esta muralla granítica. La línea traza un semicírculo casi perfecto en torno al paredón que cae desde el 6º Pico hasta el mismo bosque de pinos.

Ascender desde Camorritos foqueando por el pinar es tan interesante como el mismo descenso. A medida que subimos, el robledal va dando paso al pinar y no es difícil ver algún corzo o jabalí que con este manto de nieve no puede escabullirse tan rápido como quisiera. Por el denso pinar ascendemos hasta las primeras rocas que van apareciendo entre el bosque. Aquí la pendiente se empina y el roquedo va adueñándose del paisaje, aunque hasta la misma cresta cimera encontramos grandes ejemplares de pino silvestre erguidos entre los bloques de granito. Eligiendo bien la ruta, podemos foquear hasta la misma cresta por la zona de la canal de la “K”.

Desde la cresta alcanzamos en pocos minutos la cima de los Siete Picos, el 7º Pico, por la vertiente norte. Quitamos las pieles y comienza el descenso entre el 7º y el 6º picos, trazando una diagonal hacia nuestra derecha que pasa al pie de la cumbre de este último, ya por la cara sur. Vamos rodeando por encima del gran zócalo rocoso que soporta el 6º Pico, arrimándonos a él por su lado oeste. Enseguida la pendiente aumenta y se estrecha la canal dirigiéndose al fondo del valle. Dependiendo del espesor de nieve podemos encontrarnos algún paso más técnico, pero sin mayores complicaciones. Progresivamente vamos cambiando de dirección hacia nuestra izquierda, pasando ahora el zócalo bajo sus paredones, hasta el comienzo del bosque.

Si la nieve abunda podemos seguir descendiendo por el bosque hasta Camorritos, e incluso hasta el mismo pueblo de Cercedilla por el trazado del tren de Cotos. Siete Picos siempre nos sorprende con pequeños rincones en donde descubrimos nuevas vistas de estas montañas que tanto conocemos y queremos.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.

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Dos Hermanas: cara W

La vertiente oeste de Dos Hermanas desciende desde la cima de la Menor, por una amplia y despejada pala que va ganando en pendiente, hasta introducirse en el bosque. El pinar no muy denso nos permite esquiarlo cómodamente hasta el fondo del valle en donde nos encontramos con el arroyo del Puerto del Paular. Una bajada para esos días en los que la nieve se acumula en los bosques.

Ficha Técnica                                         Mapa de Situación

                       

Aunque el invierno ha llegado tarde y escaso de precipitaciones, el último temporal ha acumulado buenos espesores en este macizo de Peñalara, sobre todo en su vertiente norte. Al ser prácticamente la primera nevada, el espesor en el canchal de las cimas era parecido al de los bosques, con la diferencia de que en la parte alta te hundías en nieve polvo hasta tocar las rocas y en el bosque tocabas los piornos y no destrozabas los esquís. Aprovechando esas condiciones hemos bajado por la vertiente Oeste de la Hermana Menor.

Para subir hasta Dos Hermanas desde el Puerto de Cotos podemos ascender por la clásica subida hacia el Zabala y el hombro sureste de la Hermana Menor, o por el más solitario camino de Peña Citores hasta la Fuente de los Pájaros, y desde allí derechos a la cima de la Menor. La nieve polvo hasta la cintura hacía imprescindible el llevar esquís, e incluso así, la progresión enganchándote en los piornos enterrados era agotadora. La parte alta algo más venteada nos permitió avanzar mejor, aunque cuando la costra cedía, sacar los esquís era una pelea contra el elemento blanco.

Al llegar a la cima de Dos Hermanas la montaña nos recibió con un precioso “arco blanco” o “arco de niebla” espectacular. Tras quitar pieles comenzamos la bajada de la primera parte de la cara Oeste que, aunque poco pendiente, tenía la dificultad de estar costrosa por lo que había que deslizar muy suave e intentando que las espátulas no bucearan, algo que sólo a veces conseguíamos. Al llegar a los primeros y dispersos pinos, la nieve pasaba a estar más polvo, más esquiable. Aquí la pendiente aumenta ligeramente hasta unos 30º y ya se mantiene así hasta buena parte dentro ya del pinar. En esta primera zona alta del pinar en donde los ejemplares son ya altos y esbeltos podemos esquiar con bastante facilidad ya que no es demasiado denso.

El bosque va espesándose y nos dirigimos a las zonas más claras en donde nos encontramos con unas formaciones del relieve en forma de tubos muy divertidas de esquiar. Progresivamente la pendiente va disminuyendo al acercarnos al arroyo del Infierno que vamos dejando a nuestra derecha. Al final nos cruzamos con el Camino Viejo de El Paular en donde damos por finalizado el descenso.

Tranquilamente contemplamos el atardecer, con las iridiscencias brillando en los estratos del valle, e incluso con un ligero “rayo verde” al ocultarse el disco solar que no pudimos fotografiar. Para remontar podemos ascender cómodamente por el Camino Viejo de El Paular, que va paralelo al Arroyo del Puerto de El Paular, y que en poco tiempo alcanza el Puerto de Cotos. O como hicimos nosotros, volver a remontar hasta la Hermana Menor con las últimas luces y poder contemplar la oscuridad de la noche abrazando la excepcionalmente nevada Meseta Norte.

Resumiendo, la Cara W de Dos Hermanas resulta fácil pero interesante, con una parte alta amplia y despejada, y una parte baja por uno de los bosques de pino silvestre más bellos de la Sierra de Guadarrama. Y sobre todo, con poquita gente.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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Vídeo de La Mira

La Mira, canal SW. Continuando con nuestro Proyecto Gredos os enseñamos el vídeo del que seguramente sea primer descenso de la Canal SW de La Mira. Condiciones muy escasas de nieve, pero suficientes para realizar esta actividad …

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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La Galana: canal de La Muesca

El afilado perfil de La Galana guarda en su vertiente sureste una corta canal, que remata una larga excursión por el corazón del Circo de la Laguna Grande o del Gargantón de Gredos. La canal de La Muesca se eleva entre los contrafuertes rocosos de su cumbre hasta una brecha entre ellos que le proporciona ese nombre. Su estrechez y fuerte pendiente atraen las miradas de todos los que quieren esquiar esta montaña.

Ficha Técnica                                        Mapa de Situación

                     

Vista desde la lejanía de los valles, el pico de La Galana parece tan alto como el mismo Almanzor. Apenas 30 m de altura le faltan para desbancarlo del título de cima más alta del Sistema Central. Su afilado perfil destaca entre las grandes cornisas de nieve que muchas veces se forman en el collado del Venteadero y en el risco del Gutre. Desde su cima, la arista norte lleva por el canchal de La Galana hasta la portilla del Rey, separando los circos del Gargantón y de las Cinco Lagunas.

La canal Sureste o de La Muesca desciende desde la brecha que separa la antecima de la Portilla del Venteadero, de la cumbre principal de La Galana. Tiene unos 200 m de desnivel y una pendiente que en algún punto puede alcanzar los 50º, dependiendo de las condiciones de innivación del año: cuanta menos nieve haya, más empinada puede llegar a ser en las zonas de escalones rocosos. Es justo en esos estrechamiento en donde nos podemos encontrar las mayores dificultades y la mayor exposición por los afloramientos rocosos. Su orientación hace que la nieve se transforme en ella rápidamente, aunque su parte superior queda protegida del sol por los contrafuertes de roca.

Con ganas de continuar con nuestro “Proyecto Gredos” de apertura de nuevas líneas, volvimos al circo con la idea de explorar unas rutas, pero este año, la innivación no había acumulado nieve en ellas por lo que tuvimos que buscar otros objetivos. La norte de La Galana, conocido como el Canchal, tenía buena pinta, con mucha nieve y bien orientada con las condiciones que teníamos. Decidimos ir para allá intentando antes una nueva línea en el Morezón que tuvimos que descartar por la nieve helada que encontramos. Al final hicimos una rápida bajada por la Pala Amezúa.

Tras rellenar cantimploras, y ya con el calor apretando, nos dirigimos a la canal de Isabel II y a la portilla del Venteadero. Ya llegando al collado vimos que la nieve en esta vertiente Este empezaba a humedecerse demasiado, y cargando levemente las pequeñas cornisas formadas, éstas caían originando coladas de fusión que llegaban al plató del Ameal. En lo alto de la portilla cargamos los esquís en la mochila para trepar a la cima de La Galana.

Un corto destrepe lleva a la portilla de La Muesca y desde allí, con la incomodidad de escalar con las botas de esquí, ascendimos a la cumbre con la intención de seguir por la arista norte hasta el comienzo de la nieve en el Canchal. Desde la cima pudimos contemplar el murallón noroeste que forman El Ameal, Rsico Moreno y el Cerro de los Huertos, haciendo que nuestros cerebros imaginen futuros proyectos de líneas.

Empezamos a destrepar por la arista norte pero un delicado y expuesto paso, sin la cuerda ni el material necesario, hacen que nos demos la vuelta y dejemos esa bajada para otra ocasión. La canal Sureste que hemos podido ver al subir, nos ha gustado a los tres, así que regresamos a La Muesca y nos calzamos por fin los esquís. Aunque vimos que estaba interrumpida en la zona baja, pensamos que ya resolveríamos el paso cuando llegáramos allí.

El comienzo es estrecho, algo empinado y con la nieve cambiante por la sombra parcial que dan los espolones rocosos. Encontramos la nieve blanda al sol y dura a la sombra por lo que giramos con cuidado y de uno en uno. La pendiente mantiene unos 40º ó 45º, alcanzando quizás los 50º en algún corto tramo. Pasado este comienzo, la canal se abre algo y el sol le pega de lleno.

La zona intermedia mantiene esa pendiente moderada, con tramos cortos más inclinados como hemos dicho, pero es más amplia y franca. No obstante, una caída aquí puede llevare contra las rocas del paso cortado, por lo que hay que seguir atento a no engancharse o dejarse arrastrar por las coladas que uno mismo va desprendiendo al bajar.

El paso de roca pudimos hacerlo sin quitarnos los esquís con un poco de “cuidadín” para no estropear las tablas. Una vez en la nieve nuevamente, bajamos otro tramo inclinado con una rimaya pequeña que hay que saltar justo por encima de unas rocas. Pasada la grieta las dificultades se acaban al girar la canal a izquierdas y hacerse más amplia y menos empinada. Estas últimas palas fáciles conducen a los llanos del Ameal de Pablo.

Pero esto fue sólo el comienzo de la bajada: después quedaba el descenso hasta el refugio de la Laguna Grande por la canal de subida, o mejor si se hace por el Gargantón. El final con refrigerio en el refugio es obligatorio se baje por donde se baje.

A veces los planes no salen como uno tenía previsto y hay que renunciar a conseguir el objetivo, pero en otras ocasiones puede que ello te lleve a descubrir algo mejor, como nos ha ocurrido a nosotros con esta interesante canal. De todas formas, lo único importante es saber disfrutar del momento y de la compañía.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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