Ascensión al Chimborazo

El Chimborazo con sus 6310 m es el volcán más alto de Ecuador, pero además, su cima es el punto de la superficie terrestre más alejado del centro de la tierra. Todo esto, y sobre todo, su perfecta forma cónica que se eleva por encima de la avenida de los volcanes, hacen que su ascensión sea realmente atractiva.

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Después del intento de ascensión al Cotopaxi, pasamos unos días de descanso en Baños, al pie del Tungurahua. No pudimos ver la cima humeante de este volcán por las continuas lluvias, y nos tuvimos que conformar únicamente con escuchar sus explosiones. Pero el tiempo apremiaba si queríamos ir al Chimborazo.

Chimborazo 6310 m.

La inmensa mole del Chimborazo se eleva majestuosa por encima de la “avenida de los volcanes” , de hecho, su cima se consideró durante un tiempo la más alta de la Tierra. Eduard Whimper fue el primero en escalarla, siendo así el primero en pisar el punto más alejado del centro del planeta. La cima del Chimborazo ostenta este record por encima de cualquier otra montaña, incluso de los himalayas, debido al achatamiento de la tierra en los Polos. Este abombamiento hacen que la cima del Chimborazo, que está muy cerca de la línea del ecuador terrestre, sea el punto de la superficie terrestre más alejado del centro de la tierra.

Vertiente oeste con la punta Veintimilla a la izq. y la Whimper a la dcha.

Tras una traqueteante furgoneta que nos acercó lo más posible hasta el refugio Whimper, me encontré con mi amigo Ricardo Quimbayo en esta cabaña a 5100 m. Éramos los únicos alpinistas en la montaña por lo que nos despertamos tranquilamente a las 12 de la noche y con la luz de los frontales afrontamos la primera parte de la ascensión: una empinada pedrera hasta los primeros neveros y la entrada al glaciar.

Con Ricardo camino del refugio.

Aspecto de la vertiente por donde discurre la ruta normal.

El calentamiento global está afectando de manera muy significativa a las nieves de estas montañas cercanas al ecuador, y el derretimiento de sus glaciares hacen peligrosa si ascensión. Los derrumbes son frecuentes por lo que es más seguro transitar de noche por las zonas expuestas. Aún así, resultaba inquietante escuchar el desprendimiento del hielo y los seracs en plena noche cerrada mientras realizábamos la travesía bajo los gendarmes que llevan al collado.

Refugio Whimper.

Últimas luces en los glaciares del Chimborazo.

Después de esta zona expuesta alcanzamos el collado y desde allí, una interminable pendiente de poca inclinación nos llevó hasta la punta Veintimilla de 6270 m. Las cenizas de su vecino Tungurahua habían llegado hasta estas nieves cimeras, haciendo que debido a su acumulación y fusión desigual, se formaran unos gigantescos penitentes de hielo que impidieron realizar la travesía hasta la punta Whimper, de 6310 m.

Fría espera hasta el amanecer.

Punta Whimper desde la Veintimilla.

Los primeros rayos en la cima.

Esperamos en la cima hasta que amaneció y pudimos sacar alguna foto, aguantando el frío como pudimos. Con las primeras luces iniciamos el descenso mientras la sombra de la montaña iba encogiéndose desde el horizonte, proyectada hacia el océano Pacífico. A las 09 de la mañana ya estábamos de vuelta en el refugio, lo que supuso una ascensión verdaderamente rápida, gracias al empuje de Ricardo.

La sombra del volcán.

Descenso por la ruta normal.

Protegiéndonos del frío viento que nos acompañó toda la subida desde el collado.

Después fuimos a Coca y tras cinco horas de navegación en canoa por el río Napo, nos adentramos en la cuenca del Amazonas hasta Yuturi. Esta reserva, cerca ya de la frontera con Perú y en plena selva inundada de la cuenca del Amazonas, está gestionada por Quichuas, pobladores nativos de esta región. En esta zona, la selva está preservada de manera ejemplar y podemos disfrutar de su impresionante riqueza de flora y fauna.

Río Yuturi, afluente del Napo y del Amazonas.

Hoatzin, rara ave con garras en las alas y cabeza con escamas azules.

Loro del amazonas.

Medardo, el guía local, nos llevó a ver árboles gigantescos con cinco siglos de vida, nos enseñó como pescar pirañas, o a distinguir entre las venenosas hormigas yuturi y las comestibles hormigas de limón, o a jugar a Tarzán con las lianas. Pero lo que más nos impactó a todos fueron los sonidos de los animales durante las noches, separados de la selva sólo por una red mosquitera. Algo inolvidable.

Piraña del Amazonas.

Enorme Ceiba de varios siglos de edad.

Mochila que nos enseñó a hacer nuestro guía.

Jugando a tarzanes.

Después de estos intensos días, nos tomamos un descanso en las playas del parque nacional de Machalilla, en la costa del Pacífico. Además de sus bosques y playas visitamos la Isla de la Plata (las “galápagos de los pobres”), que son unos pequeños islotes cerca de la costa, mucho más asequibles a pequeños bolsillos que las Islas Galápagos auténticas.

Costa del Pacífico en el Parque Nacional de Machalilla.

Cola de ballena Yubarta.

Confiados Piqueros de patas azules.

Estas islas son importantes por sus colonias de piqueros de patas azules, fragatas magníficas y albatros viajeros. Pero además, a sus aguas vienen las ballenas yubarta a aparearse y con un poco de suerte puedes ver la demostración de su poderío cuando dan esos enormes saltos sacando tu su cuerpo fuera del agua. Impresionante.

Cómico baile nupcial de los patas azules

Piqueros blancos.

Albatros viajero.

Ecuador es un pequeño país pero que lo tiene todo: montañas, volcanes, selvas, playas. Si alguna vez tenéis la oportunidad de ir, no la desaprovechéis, pues no os defraudará.

Untados con jugo de baya para protegernos de las picaduras de insectos.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.

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Ascensión al Cotopaxi

El volcán Cotopaxi es uno de los volcanes activos más altos de Ecuador, 5897 m. Su humeante cráter se encuentra rodeado por un “donuts” de hielo, que hacen de su cima una de las más sorprendentes.

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En Ecuador se encuentra la avenida de los volcanes. En plena cordillera de los Andes, dos hileras de grandes volcanes jalonan los altos valles en donde se encuentran poblaciones como Quito a 2850 m, capital de ese país. En torno a esta avenida  se elevan hasta 10 volcanes de más de 5000 m: Chimborazo 6310 m; Cotopaxi 5897 m; Cayambe 5790 m; Antisana 5704 m; El Altar 5720 m; Iliniza Sur 5263m; Sangay 5230m; Iliniza Norte 5126m; Carihuairazo 5020m; Tungurahua 5016m.

 

 Cráter del Cotopaxi.

Quito se encuentra bajo el volcán Pichincha de 4770 m y su actividad ha regado de cenizas esta ciudad en varias ocasiones. Su altitud resulta una buena forma de empezar a aclimatarnos y contamos con muchas excursiones por los alrededores para ir ascendiendo progresivamente. Nosotros visitamos Papallacta a 3.500 m, por donde Francisco de Orellana atravesó los Andes camino del Amazonas.  Sus bosques de selva húmeda son el lugar perfecto para la observación de aves.

En el bosque húmedo de montaña.

 

Colibrí zamarrito.

Otra Reserva Natural interesante es Pasochoa en donde el bosque ha sido muy bien conservado. Un recorrido de una jornada que puede llevarnos hasta la cima del volcán del mismo nombre, a una altitud de 4.100 m. Podemos también ascender por las faldas del Guagua Pichincha, junto a Quito, y seguir con nuestro proceso de aclimatación.

Hacia el Pasochoa

 

Al fondo la cima volcánica del Pasochoa.

Después nos dirigimos hacia el Iliniza Norte de 5.126 m, que resulta un escalón importante para acometer la ascensión a alguno de los gigantes cercanos. Su ascensión no es técnica, pero debemos estar atentos a las condiciones de la nieve que nos podemos encontrar en el tramo final. El camino de acceso al “parqueadero” se había derrumbado la noche anterior, por lo que iniciamos el ascenso ya con muy mal tiempo Al cabo de tres horas subiendo, la lluvia y el viento dieron paso al granizo y a la nieve, y nos vimos obligados a dar la vuelta empapados y frustrados.

Los Ilinitza Sur (a la izquierda) y norte.

 

La lluvia y el viento nos acompañaron durante todo el recorrido.

El tiempo apremiaba y decidimos acometer la ascensión al Cotopaxi. Ascendimos por sus laderas hasta el refugio José Rivas a 4.800 m donde pasamos la noche. Al día siguiente Alberto y yo salimos del refugio a las 12 de la noche y pronto alcanzamos el glaciar donde nos encordamos y calzamos los crampones. Éste  se encontraba muy agrietado debido al aumento de actividad y calentamiento que sufre recientemente el volcán.

Aproximándonos al Cotopaxi.

El perfecto cono del Cotopaxi.

 

En las primeras rampas del glaciar.

Envueltos por la noche, fuimos sorteando y saltando las grandes grietas mientras el frío se hacía más intenso, y el cansancio y la altura se dejaban sentir. A medida que subíamos, el olor a azufre de las numerosas fumarolas de la cima nos inquietaba, pero el buen ritmo que llevábamos nos animaba a seguir. Ya se veían las rampas finales y los jirones gaseosos del interior del cráter, formado por un embudo rodeado de dos anillos glaciares.

Deseando ya que amanezca.

Camino de las rocas Yanasacha.

El mar de nubes colándose por el valle.

En Yanasacha, una pared rocosa a 5500 m bajo el perfecto cono de la cima, decidimos dar la vuelta ya que Alberto no se encontraba bien. Comenzamos el descenso mientras amanecía y según entraba en calor, recuperaba las fuerza y miraba la cima sintiendo que la había tenido al alcance de la mano. Las luces y colores del amanecer nos devolvieron la energía suficiente como para apreciar el poder estar en estos glaciares, justo encima de la línea del Ecuador.

Destrepando los resaltes de entrada al glaciar.

Bajando hacia el refugio.

Para descansar, nos acercamos hasta las inmediaciones del Tungurahua que se encontraba plena actividad, con explosiones y emanaciones de cenizas y gases. Aunque no pudimos verlas por las lluvias continuas, si pudimos oírlas claramente. Allí puedes alquilar bicis y recorrer parte del camino que desciende desde la cordillera hasta la selva, ya en la cuenca del Amazonas.

Camino de Baños a Puyo.

 

Cascadas del velo de la novia.

Camino hacia Puyo en la cuenca del Amazonas.

Y tras este descanso, nos fuimos hacia la cima del Chimborazo, el punto más alejado del centro de la tierra.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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Las nieves del Kilimanjaro

El Kilimanjaro, montaña blanca en swahili, guarda en su cima a casi 5900 m, el hielo  glaciar testigo de épocas más frías. Sus glaciares encogen de manera alarmante y los expertos pronostican su desaparición en unas pocas decenas de años si continuamos con este ritmo de calentamiento global. Vamos a describiros su ascensión por la ruta Marangu.

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El Kilimanjaro nos evoca esa imagen de joya única, de lugar especial, que puede que no perdure en el tiempo y se extinga como ya ocurre con las ancestrales costumbres de muchas de las tribus de este continente. ¿Por cuánto tiempo podremos contemplar sus diamantes blancos y azules, sus glaciares?

Los últimos glaciares del Kilimanjaro. Foto: www.tiffanyeatworld.blogspot.com.au

En prácticamente todo el planeta se aprecian las consecuencias del actual calentamiento atmosférico global. La mayor parte de los glaciares del mundo están sufriendo una reducción importante del tamaño de sus hielos. Todavía recuerdo las grietas del glaciar del Aneto la primera vez que fui hace ya 30 años. Grietas ya minúsculas en estos raquíticos glaciares que nos quedan en Pirineos. También recuerdo cuando íbamos al glaciar de Bossons en Chamonix los días de mal tiempo a practicar en sus seracs a un paso del pueblo. Ahora tanto ha retrocedido que se ha vuelto impracticable e incluso en La Mer de Glace, cada año cuesta más descender hasta sus hielos desde Montenvers. Idénticos comentarios hemos podido escuchar en los Andes en donde año tras año se desmoronan y colapsan los glaciares, o en los kilométricos  hielos del Tien Shan que retroceden inexorablemente.

Extensión estimada de los hielos del Kilimanjaro 1912 y 2002. Fuente: American Association for the Advancement of Science, febrero 2001

La punta más alta del Kilimanjaro, el pico Uhuru, se eleva hasta los 5895 m de altitud y sus nieves han inspirado a escritores, cinematógrafos y artistas. Encontrar un lugar en el calor de África en donde la nieve perdura proporcionando agua y frescor a las regiones de alrededor es, cuando menos, sorprendente. Y aunque hay otras montañas africanas en las que también perduran los hielos (Monte Kenia o las cimas del Ruwenzori), este macizo volcánico se alza sobre todos ellos.

Sobresaliendo por encima de las nubes. Foto: www.hastalosjuegos.es

La estructura volcánica que sustenta el cono principal abarca una vasta región que va elevándose poco a poco sobre la planicie entre Kenia y Tanzania. Su paisaje va cambiando a medida que ascendemos, desde los densos bosques de pluvisilva, pasando por los páramos de matorral hasta el desierto alpino. Tiene dos conos volcánicos muy diferentes. Uno es el Mawenzi de 5150 m, de menor altitud pero mucho más abrupto en donde afloran las rocas igneas más duras formando esacarpes y columnas de basalto. El cono mayor, el Kibo, culmina en un perfecto y enorme cráter.

Desde la carretera de Arusha a Moshi.

La ruta más frecuentada es la Marangu (o ruta “coca-cola”) se realiza en cuatro etapas y es fácil técnicamente, es una calcetinada. Pero su sencillez no nos debe llevar a engaño ya que nos estamos moviendo a una gran altitud y el proceso de aclimatación debe hacerse rigurosamente. Estas etapas nos facilitan el proceso ya que cada día de aproximación ascendemos tranquilamente y existen cómodas instalciones donde comer y dormir bien. La ascensión en cinco días suele ser suficiente para alcanzar la cima sin sufrir mal de altura, pero sería conveniente tener la posibilidad de descansar algún día más por si se diera el caso de que no nos aclimataramos lo suficiente.
Paloma, Paco y Almudena buscando un “matatu” en Nairobi.

Desde el pueblo de Moshi nos trasladamos en vehículo hasta la puerta del Parque (Marangu Gate) a 1800 m de altitud. Aquí nos llevamos una gran decepción ya que nos confiscaron los parapentes con los que pensábamos volar desde la cima. Está prohibida cualquier cosa que no sea ir andando, y los permisos para algo diferente son caros y muy complicados. Se negaron en rotundo a facilitarnos los trámites y tuvimos que desistir de intentar el vuelo. Si vais a realizar  alguna actividad diferente a lo normal, debéis informaros bien y tramitar los permisos con mucha antelación.

Marangu Gate, entrada al Parque.

1ª ETAPA: Marangu 1800 m – Mandara 2700 m 

Desde Marangu, y una vez realizados los trámites burocráticos y contratado al Guía, nos espera una etapa de unas 4 horas hasta las cabañas de Mandara Huts a 2700 m. Toda la etapa discurre por un denso bosque de pluvisilva en el que todos los días llueve, a veces simplemente es un “calabobos”, pero por la tarde suelen desarrollarse las tormentas. El ambiente selvático nos acompaña todo el camino en el que oiremos, más que veremos, todo tipo de animales. Con suerte nos toparemos con algunos monos, aves o felinos de tamaño pequeño, pero el leopardo que habita estas selvas no se deja ver en esta masificada ruta.

La lluvia horizontal típica de la pluvisilva nos acompañó durante gran parte de la jornada.

Por el bosque de brezos arborescentes.

La fauna no se deja ver, pero la flora es sorprendente.

Cómodo alojamiento en Mandara Hut a 2700 m.

2ª ETAPA: Mandara 2700 m – Horombo 3700 m 

Este día llegaremos hasta Horombo Huts, ya a 3700 m de altitud, en unas 5 horas de caminata. Enseguida abandonamos la pluvisilva para adentrarnos en un bosque de brezos con porte arbóreo que a medida que ascendemos se vuelven más pequeño y dan paso a terreno de matorral en el que crecen los Senecios y las Lobelias gigantes, más altas que una persona. Desde aquí ya divisamos el Mawenzi, que rodeamos y vamos dejando atrás. Aquí abundan los roedores y los cuervos de espalda blanca que están acostumbrados a la rapiña de las viandas de los turistas. Normalmente aquí permanecemos una jornada más de descanso que suele emplearse en ascender camino de las faldas del Mawenzi hasta los 4500 m de altitud.

El bosque da paso al matorral durante la 2ª jornada.

Senecios gigantes cerca de Horombo.

Flores que parecen hechas de papel.

Cerca de Horombo Hut a 3700 m.

3ª ETAPA: Horombo 3700 m – Kibo Hut 4700 m

Desde Horombo hasta Kibo Hut a 4700 m de altitud, nos llevará entre 4 y 5 horas. Nos introducimos en la zona de desierto alpino. La vegetación va desapareciendo hasta encontrarnos con el suelo yermo y el cono volcánico aparece frente a nosotros dominando el paisaje. A esta altitud no es difícil que se ponga a nevar después de mediodía cuando las nubes se enganchan al Kibo. Este inhóspito lugar nos sirve de descanso para afrontar la etapa decisiva y es aquí en donde debemos prestar atención a los posibles síntomas de mal de altura que nos aconsejen renunciar a la cima.

En el último punto en el que podemos encontrar agua que, por supuesto, hay que potabilizar.

Camino del Kibo Hut.

Desierto alpino camino durante la 3ª etapa.

En el Kibo Hut a 4700 m con el Mawenzi al fondo.

4ª ETAPA: Kibo Hut 4700 m – Uhuru 5895 m – Horombo 3700 m

El día de cima nos levantamos muy pronto, en torno a las 12 de la noche, para ascender el monótono y pesado camino de Gilman’s Point a 5600 m, ya en el borde del cráter. Es muy posible que encontremos nieve y el frío sea intenso, pero el espectáculo del amanecer nos hará olvidar todo sufrimiento. Las primeras luces bañan el interior del inmenso cráter que tenemos que rodear para llegar al punto más alto de África, el pico Uhuru. De camino podemos tocar el hielo fósil del casquete glaciar  que reposa en las cercanías de la cima. Un pequeño esfuerzo más y conseguimos alcanzar estos 5895 m del techo de África. En total habremos empleado entre 6 y 10 horas pero el descenso por las pedreras se efectúa mucho más rápidamente, también debido a que según bajamos vamos recobrando el aire que nos faltaba al subir. La jornada no acaba hasta que llegamos a Horombo a dormir.

En Gilman’s Point a unos 5600 m, ya en el borde del cráter.

Los últimos hielos fósiles del Kilimanajro.

Último esfuerzo antes de llegar a la cima.

Y por fin el Uhuru Peak a 5895 m, techo de África.

5ª ETAPA: Horombo 3700 m – Marangu 1800 m

Y para rematar, un tranquilo descenso desde Horombo hasta Marangu con la satisfacción de haber tocado el techo del continente africano y los hielos que, ojalá nunca se derritan. Un camino que se hace cómodo y en el que podemos entretenernos en  contemplar la especial flora y fauna de este lugar.

Cerca de Arusha en donde la economía se basa en el turismo.

Aunque estos Masais posaban para la foto, todavía se resisten a abandonar su tradicional vida de ganaderos.

De vuelta en Moshi, y si nos quedan días libres, podemos optar por visitar los parques cercanos. Nosotros aprovechamos para ver el lago Manyara y el cráter del Ngorongoro y, a pesar de ser objetivo de todos los turistas, observar la fauna salvaje en su ambiente impresiona: jirafas, cebras, búfalos, ñues, leones, guepardos, monos, águilas, etc… Es como un documental de La 2, pero en directo.

LAGO MANYARA:

El inmenso lago Manyara.

Jirafa reticulada.

Chorlito coronado.

Grupo de Gacelas de Thomson.

CRÁTER DEL NGORONGORO:

Entrando en el cráter del Ngorongoro a 2500 m de altitud.

Leonas sesteando cerca del lago Mayadi.

El búfalo, mucho más peligroso que los mismos leones.

El rinoceronte blanco.

Y si podéis no dejéis de visitar las playas de Mombasa con su arena blanquísima, sus palmeras al borde del agua y su barrera de coral. Será un viaje que nunca olvidaréis. 

DIANI, MOMBASA:

Los descarados Cercopitecos.

Impresionante playa de Diani en Mombasa.

La guinda de un viaje inolvidable.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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Camino del Toubkal

Ascender el Toubkal no era el objetivo si no la excusa para recorrer Marruecos de norte a sur para enseñar a nuestros hijos su cultura y sus gentes. Un viaje atravesando la cordillera del Rift, pasando por el Medio y el Alto Atlás y terminando en el erg Chebi.

Ficha Técnica                                       Mapa de Situación

                   

Hace unos años cruzamos Marruecos de norte a sur por pistas. Fue un viaje de descubrimiento de una cultura diferente que nos sorprendió e impactó desde el comienzo al llegar a Chauen. Después fuimos a Ketama, por aquel entonces centro comercial del hachís, donde comenzaban los caminos que atraviesan la cordillera del Rift. Tras visitar la medina de Fez y quedar impresionados por sus colores y olores, volvimos a poner rumbo al sur atravesando el Medio Atlas con un buen tomo de nieve, hasta Marrakech. Ascendimos al Toubkal cargado de nieve desde muy abajo y siguiendo más al sur llegamos por unas arenosas y solitarias pistas hasta el Erg Cheb, en donde incluso nos llovió.

En el 2001 volvimos con nuestros hijos a quienes queríamos enseñar estos paisajes y estas culturas tan diferentes a lo que estamos acostumbrados en Europa. Unas gentes que nos enseñan que con menos cosas materiales pueden ser tan felices o más que nosotros. La furgoneta fue nuestra casa durante casi todo el recorrido durmiendo donde nos pillaba y siempre pudimos sentir su hospitalidad.

Hicimos parada obligada en la ciudad imperial de Fez, visitando su impactante medina, con sus estrechas callejuelas en donde los burros cargados tienen la preferencia. Los artesanos trabajando en plena calle son un espectáculo y es fácil sucumbir a la compra de algún recuerdo. Y obligada es la visita a la famosa curtiduría de Chouwara que parece una paleta de pintor con sus colores y en donde sus fuertes olores impregnan el aire.

Atravesamos después el Medio Atlas con sus bosques de cedros, algunos enormes, y que te transportan a otras latitudes más septentrionales si no fuera por los monos que habitan estas montañas. Una región curiosa, con estaciones de esquí y un pueblo llamado Mischlifen con casas de estilo alpino, que te descolocan. En Marrakech es obligado visitar la mezquita Kutubia y la plaza de Jemaa el Fna al anochecer, con los vendedores ambulantes, charlatanes, encantadores de serpientes, etc. Todo un poco turístico pero imprescindible.

En el pueblo de Imlil contratamos un porteador con mula para llevarnos la tienda y parte del material hasta las cercanías del refugio Neltner. Desde los 1740 m de altitud del pueblo, un pedregoso y en esta ocasión reseco camino, nos conduce a la zona de acampada a 3200 m. Un desnivel considerable que nos tomamos con calma para no forzar la máquina y acabar padeciendo la falta de aclimatación. Esta vez el Toubkal tenía muy poca nieve para ser abril y con el frío del amanecer salimos de la tienda y nos pusimos en camino sin prisa. Remontamos las pedreras y los pequeños neveros hasta el plató cimero. En la cima a 4167 m, les nombré a mis hijos caballeros de los cuatromiles ya que era su primera montaña que supera esa altitud. Hacia el sur una vista inmensa hasta el desierto. Y lo mejor, la bajada a ratos corriendo hasta la tienda.

Para terminar y después de visitar las gargantas del Todra, pusimos rumbo al sur hasta el pueblo de Rissani en donde comienza una pista hacia Merzouga. Es un camino en donde debíamos tomar precauciones para no quedarnos enganchados en las dunas con la furgoneta, pero merece la pena visitar las arenas del Erg Chebi. Aquí el desierto se muestra en toda su plenitud, con un campo de dunas de hasta de 150 m de altura que se extienden hasta el horizonte, y una laguna cercana que en ocasiones se seca. Descansar aquí unos días respirando la paz de este increíble lugar es algo que no hay que perderse.

Marruecos nos ofrece una variedad de paisajes sorprendentes que junto a la hospitalidad de sus gentes, hacen de este país hermano un destino perfecto para conocer otras formas de pensamiento y a otras culturas.

El “petit bereber” y el “holandés”.

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