Aconcagua con esquís: glaciar de los polacos

Esta vez no pudo ser: el descenso del Aconcagua (6.966 m) con esquís no pudo ser. Mariano y yo teníamos la intención de descender por el glaciar de los polacos, pero ninguno de los seis miembros del grupo pudimos llegar a la cima.

         Ficha Técnica                                                  Mapa de Situación

                   

Ya sabíamos que el descenso con esquís de la montaña más alta del continente americano no era una tarea sencilla. No por su escasa dificultad técnica, sino por su altitud, su climatología y su escasez de rutas esquiables. Elegimos las primeras fechas posibles de la temporada, finales del invierno austral, justo cuando el Parque Provincial del Aconcagua empieza a conceder permisos. Así esperábamos que la acumulación de nieve del invierno nos facilitara la progresión con los esquís. Pero aunque las condiciones invernales proseguían, el fuerte viento había barrido muchos tramos de la ruta elegida.

Puesto de los guardas del Parque del Aconcagua, durante el trekking de aproximación.

Segundo día del trekking de aproximación.

Los primeros penitentes llegando a Plaza Argentina. Foto: Mariano Frutos.

La ruta elegida era la vía directa del glaciar de los Polacos, en la vertiente este de la montaña. Un itinerario glaciar en sus últimos 1.200 metros de unos 50º de inclinación máxima en su parte final y en lo que llaman el cuello de botella hacia los 6.500 m. El único itinerario elegante y asequible técnicamente a nuestros esquís, siempre que las condiciones de nieve fueran las adecuadas.

Mal tiempo en Plaza Argentina.

Fuimos de los primeros grupos en llegar esta temporada.

Parte superior del glaciar de los Polacos, con la vía directa pegada a las rocas de la derecha

Tras un corto trekking de tres días por el Valle de Vacas hasta el Campo Base a 4.200 m, empezamos con la aclimatación y el lento montaje de los campos de altura, bajo unas condiciones invernales: algo de nieve, muchos frío y un viento constante, y en algunos días, huracanado. Aún así conseguimos instalar sin contratiempos el Campo 1 a 5.200 m en un angosto valle por el que el viento se cuela a toda velocidad.

Buen tiempo, pero frío, en la primera subida de aclimatación. Foto: Mariano Frutos.

Aunque muchos tramos eran esquiables, otros no lo eran tanto.

Campo 1 a 5200 m.

Para montar el Campo 2 a 5.850 m tuvimos más problemas. Durante el primer intento, las condiciones meteorológicas fueron estropeándose, contradiciendo así el pronóstico que nos habían pasado vía teléfono satélite, y tuvimos que dejar un depósito de material enterrado con piedras a mitad de camino, ya que el viento, literalmente, nos tiraba al suelo. La llegada al Campo Base envueltos por una tormenta de nieve fue un auténtico alivio.

El viento fue una de los grandes dificultades a las que tuvimos que enfrentarnos.

Mariano ascendiendo al Campo 1 con el incesante viento.

Hacia el Campo 2 y el tiempo empeorando por momentos.

Después de descansar un día, y ante las preocupantes previsiones de mal tiempo para dentro de tres días, decidimos volver a subir para montar el Campo 2 y realizar un intento de cima si el tiempo aguantaba. Nuevamente, la subida a este campo nos resultó frustrante, pero esta vez por nuestra culpa. Por un despiste, el último tramo de pedrera hasta él lo afrontamos por la ruta de bajada y a cada paso que subíamos, bajábamos medio, y cargados con más de veinte kilos.

Cargados como mulas hacia el glaciar de los Polacos.

Llegando al depósito del campo 1.

Desolador paisaje hacia el campo 2.

Llegamos todos reventados hasta el Campo 2, por lo que apenas pudimos disfrutar de las fabulosas vistas de este nido de cóndores entre agujas de roca, justo al pie del glaciar de los polacos. Aunque apretados los seis en dos tiendas de dos plazas, no pasamos una noche demasiado mala.

Precioso emplazamiento para el Campo 2.

Cometimos el error de sólo llevar dos tiendas para los 6.

 

El glaciar de los Polacos sobre nuestras tiendas a 5.850 m.

A la mañana siguiente, Pedro amaneció con evidentes síntomas de mal de altura, y Mariano que tampoco se encontraba bien del todo decidió acompañarle de vuelta al Campo Base. El glaciar había acumulado nieve venteada y profunda, y renuncié a subir sólo por el riesgo que ello conllevaba.

Últimas luces en el balcón del campo 2.

El glaciar de los polacos.

Primeras rampas por los falsos polacos.

Mis otros tres compañeros, Sergio, Pepe y Tomás, habían decidido renunciar al glaciar y rodear por la ruta de los Falsos Polacos hasta la normal, para llegar a la cima. El rodeo de la montaña hasta la ruta normal es una interminable travesía ascendente salpicada de neveros helados, que acabó primero con mis fuerzas a unos 6.300 m, y después con las de mis tres compañeros a unos 6.600 m. Nos faltaron las fuerzas y tuvimos que renunciar.

Subiendo por la eterna diagonal de los Falsos Polacos.

El refugio Berlín. Foto: Pepe Fernández.

Las últimas canaletas. Foto: Pepe Fernández.

El descenso con esquís tampoco fue para tirar cohetes: un par de neveros por encima del Campo 2 y desde los 5.500 hasta los 4.500 m. Con el ánimo por los suelos regresamos al Base, sabiendo además que ya no tendríamos otra oportunidad ya que el mal tiempo estaba previsto para dentro de dos días, y esta vez el pronóstico sí acertó.

Mariano descendiendo hacia el Campo Base.

Entre el campo 1 y 2 era muy poco esquiable.

De regreso al Campo Base.

Nos queda un sabor agridulce ya que por un lado nos enteramos de que una chica “alaskeña”, Kellie Okonek, con dos amigos norteamericanos consiguieron bajar esquiando la Vía Directa de los Polacos, pero por otro lado ese mismo día otro alpinista perdió la vida a pocos metros de la cima.

Mariano, Tomás, Pedro, Sergio, Pepe y Luis.

Quizás la decisión de renunciar es la más dura, pero también puede ser la más acertada.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.


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Categorías: ESQUÍ, Esquí de Montaña

Volcán Arenal: naturaleza de Costa Rica

Escuchar las explosiones del volcán Arenal mientras lanza rocas incandescentes del tamaño de una casa rodando ladera abajo, es algo que impresiona. Este era el objetivo de este viaje por la naturaleza de Costa Rica.

Mapa de Situación

                      

Me imagino que como a todos los que nos gustan las montañas, ver una de ellas abriéndose y expulsando fuego es algo que nos ha llamado poderosamente la atención. Curiosamente, algunas de esas cimas tan frías que se elevan a miles de metros sobre el mar y que en ocasiones hemos pisado, se originaron por el bestial calor del interior de la tierra. Esa enorme energía capaz de originar montañas o de convertirlas en cenizas, es la que nos ha atraído a este lugar de América central.

El crater del Arenal en actividad casi permanente.

Desde las playas de Tortuguero en el Atlántico atravesamos Costa Rica ascendiendo hasta las faldas del volcán Arenal, para después llegar hasta el golfo del Papagayo en el Pacífico. Contemplar a las tortugas  desovando en la playa, o el estruendo del volcán expulsando rocas incandescentes, o la aleta de una ballena saliendo del mar es “pura vida”, como dicen ellos continuamente.

Embarcando hacia Tortuguero en Caño Blanco.

Tortuguero en un brazo de tierra entre el mar y el río.

El pueblo de Tortuguero está comprometido con la conservación del medio.

Las tortugas son su principal fuente de ingresos, junto con la pesca.

Empezamos nuestro viaje en la costa este de Costa Rica, en el océano Atlántico, en uno de los Parques Nacionales más emblemáticos de este país: Tortuguero. Esta reserva de bosque húmedo está surcada por el río Tortuguero que serpentea hasta su desembocadura en el mar Caribe, creando una maraña de canales y lagunas en donde la naturaleza es la protagonista. Desde Caño Blanco y navegando hora y media por el río, llegamos al pueblo de Tortuguero asentado en un brazo de tierra firme entre el agua del mar y la del río.

Tucán arco iris.

Caimán americano.

Anhinga secándose al sol.

Desde este pueblo, la mejor forma de recorrer la reserva es en canoa con algún guía local que nos contará la historia del lugar, sus costumbres y tradiciones, y nos descubrirá su exuberante flora y fauna. Con él podremos observar fácilmente caimanes, cocodrilos, monos, basiliscos, tucanes, aningas, espátulas, garzas, …..

Garza gris.

Basilisco bien camuflado.

Garza goliath.

Una de las muchas especies de lagarto de la zona.

Aquí han vivido siempre de la Tortuga: antes cazándola para comer y exportar sus caparazones; y ahora cuidándolas y llevando a los turistas a observarlas en sus puestas. Durante unos pocos meses al año, estos animales regresan a las playas en las que nacieron para depositar sus huevos en unos nidos excavados en la arena por ellas mismas. Su observación está estrictamente regulada para no espantarlas y que sigan reproduciéndose aquí. Es sobre todo en las noches de luna llena cuando salen del mar y recorren lenta y pesadamente la playa hasta el lugar en el que excavan el nido. Después entran en trance y depositan los huevos que finalmente entierran.

 Playa de Tortuguero en el mar Caribe.

Huellas del paso de una tortuga.

Tortuga verde volviendo al mar de madrugada.

Desde el Caribe, atravesamos hacia el oeste adentrándonos en la cordillera central cuya máxima altitud es el Cerro Chirripó de 3819 m. Toda la cordillera está plagada de volcanes cubiertos por un denso bosque tropical húmedo, en donde se encuentran numerosas reservas y parques nacionales. Las lluvias son muy abundantes y los ríos rápidos y caudalosos, perfectos para hacer rafting o descenso de cañones. Los aficionados a la ornitología tienen aquí un verdadero paraíso con numerosas especies de colibríes.

El volcán Poas. Foto: Alberto Dorda.

Entre las iguanas y los volcanes, el ambiente es jurásico.

Uno de los abundantes lagartos.

Colibrí.

El pueblo de La Fortuna está dominado por el volcán Arenal de 1670 m, que está en actividad permanente. Su columna de gases y sus explosiones nos lo recuerdan constantemente. Las excursiones por las faldas del volcán están permitidas pero sólo por ciertos itinerarios que resultan seguros ante posibles desprendimientos o explosiones más fuertes de lo habitual. Existen muchas fuentes termales, algunas aprovechadas turísticamente con instalaciones y restaurantes alrededor, pero también hay otras sin alterar a las que acuden las gentes de la zona. ¡¡Bañarse en un río a 35ºC mientras te cae la lluvia fresca en la cabeza es de lo más relajan!!

 El volcán Arenal desde La Fortuna.

Nube de vapor que sale de este río de aguas termales.

De excursión por las faldas del volcán.

Pero sin duda, lo que hace verdaderamente especial el lugar es acercarse por la noche a las faldas del volcán a escuchar las explosiones y observar las rocas incandescentes rodando ladera abajo. Esta manifestación de la fuerza de la naturaleza es todo un espectáculo que impresiona y que no se olvida jamás.

El paso en algunas zonas está prohibido.

Rocas incandescentes rodando ladera abajo.

Por la noche es cuando más impresiona el rugido del volcán y las coladas incandescentes.

Para rematar el viaje, terminamos unos días en el golfo de papagayo, lugar bastante turístico, en el que es mejor abandonar los resorts y perderse por los pueblos cercanos. Uno de los mayores atractivos es realizar una excursión en barco para observar cetáceos. Con un poco de suerte podréis contemplar hasta ballenas sacando sus aletas del mar. En ocasiones se acercan tanto a la costa como para verlas desde ella, como nos ocurrió a nosotros una de las últimas tardes, justo antes de que el sol se pusiera tras el horizonte del océano Pacífico.

Golfo de Papagayo, en el Pacífico.

Barco de pesca atiborrado de aves gorronas.

Pelícano en el golfo de Papagayo.

¡¡Pura vida!!

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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Categorías: NATURALEZA, Reports Naturaleza

Mont Blanc de Tacul con esquís

Desde el pueblo de Chamonix a 1000 m de altitud, tienes que levantar mucho la mirada para contemplar la cima del Mont Blanc a 4810 m. Y entre ambos, esbeltas agujas  de roca, brillantes y amenazadores glaciares, bosques de coníferas inmensas, lagos cristalinos, que nos invitan a recorrerlos.

Ficha Técnica                                    Mapa de Situación                                         Vídeo

Así que hemos cogido los juguetes de escalada y esquí con la intención de pegarnos algún descenso. Decidimos desechar la ida inicial de descender el Mont Blanc, ya que un mayo muy cálido y seco había trasformado muchas de las laderas en placas de hielo.

Chamonix justo a los pies del Mont Blanc.

Monumento a los primeros conquistadores del Mont Blanc.

El Mont Blanc de Tacul con sus 4250 m es uno de los satélites del techo de los Alpes y su cara norte, fácilmente accesible desde el teleférico de la Aguja del Midi, nos ofrece 650 m de desnivel. En invierno y primavera podemos continuar el descenso hasta el mismo Chamonix por el Valle Blanco y La Mer de Glace. Esta cara norte totalmente glaciar es muy cambiante de un año para otro, y aunque la pendiente no es muy pronunciada (30º ó 40º con algún escalón de 45º ó 50º) los riesgos de aludes y caídas de seracs son importantes.

Glaciar de Bossons precipitándose hacia el valle.

Después de confirmar la previsión de buen tiempo en la Maison de la Montagne, preparamos los bártulos para el día siguiente. Cogemos el primer telecabina que nos deposita en la afilada arista del Midi y tras avanzar encordados el tramo más expuesto, nos calzamos los esquíes y descendemos hasta el Valle Blanco que cruzamos en un momento.

Saliendo a la arista de la Aguja del Midi.

Viento fuerte arrastrando la poca nieve polvo que había.

Primeros giros desde la arista.

Nieve en polvo-compacta en esta ladera hacia el Valle Blanco.

Encarando la cara norte del Tacul.

Llega el momento de encordarse.

En las primeras rampas nos echamos las tablas a la espalda ya que la nieve dura nos impiden progresar con ellas. Vamos ascendiendo a medida que el fuerte viento deja paso a un amenazante cielo que se va encapotando por el nordeste. Nos damos prisa en ascender las últimas pendientes y llegamos al hombro donde se dividen la ruta al Tacul y al Mont Maudit, que ya está entre las nubes.

Primeras y fáciles rampas.

Poco a poco la pendiente se acentúa.

Bajo los seracs de la zona alta de la pared.

Afrontando una de las partes más empinadas.

Llegando al hombro que conduce a la cima del Tacul.

Justo bajo las rocas cimeras nos desencordamos y preparamos con rapidez. El comienzo del descenso es la parte más complicada y expuesta: es una rampa helada de unos 45º que rodea un serac, bajo la cual el glaciar se precipita abruptamente. No te puedes caer, así que, piolet en mano por si acaso, descendemos con prudencia por las huellas de subida que son la única zona en donde los cantos pueden agarrar algo.

Encarando la parte alta de la cara norte.

Asegurando giro a giro en esta zona más expuesta.

En el escalón más empinado al principio del descenso.

Aquí no te puedes caer.

Parte intermedia en la que disfrutamos de una nieve mucho mejor.

Superada la parte más difícil, podemos enlazar unos cuantos virajes en una nieve polvo compacta, siempre con la vista puesta en las posibles grietas. Se suceden zonas menos inclinadas con nieve polvo y escalones empinados en donde asoman las placas de hielo. Otra zona para dejar correr a los esquíes nos lleva al último paso complicado, justo por encima de las últimas rampas antes del plató. En esta parte final saboreamos cada uno de los giros que por fin pueden ser un poco más amplios y rápidos.

En la zona intermedia pudimos correr pero siempre atentos a las grietas.

Al fondo la Aguja del Midi y la Verte.

También hay que tener ojo con los seracs.

Paramos, comemos y nos encordamos mientras miramos esa cara norte del Mont Blanc que dejamos pendiente para el próximo invierno.

Regreso al telecabina tras un día para recordar.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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Categorías: ESQUÍ, Esquí de Montaña

Meribel, el corazón de Los 3 Valles

Los 3 Valles son uno de los dominios esquiables más grandes del mundo y Meribel su núcleo central, su corazón. Atravesar la estación de punta a punta nos puede llevar todo el día y nos encontramos con paisajes y pistas para todos los gustos. Y sus rincones “fuera de pista”, impresionantes.

Ficha Técnica                                   Mapa de Situación                                        Vídeo

Los 3 Valles se encuentran en la región de la Tarentais (Francia) a 95 Km del aeropuerto de Chambery. Está formada por la unión de las siguientes estaciones: Courchevel, La Tania, Meribel, Mottaret, Les Menuires, Val thorens y Orelle. Su dominio esquiable supera los 600 km de pistas, uno de los más grandes de los Alpes. Tiene 283 pistas: 51 verdes, 88 azules, 105 rojas y 39 negras. Sus remontes son modernos y de gran capacidad, con un total de 205, de los cuales 42 son telecabinas, además de algún funitel. Sus remontes te elevan desde 1300 m,  hasta una altitud de 3230 m, alcanzando los glaciares de  Peclet, Thorens y Pointe Renod. Es una gran estación para todos.

Panorámia de la estación de Meribel.

 

En la cima del Mont Vallon.

En el sector del Mont de La Chambre.

 Además de ser uno de los dominios esquiables más grandes y famosos de Europa, posee rincones en donde sentirte alejado del jaleo. Podemos combinar excursiones que nos llevarán todo el día, con jornadas dedicadas a sacarle el máximo partido a una sola ladera. Las posibilidades son casi infinitas y aquí sólo vamos a indicaros algunas de las muchas zonas que nos han resultado interesantes para el freeride, en donde hemos encontrado rincones de singular belleza.

 

Paisajes inmensos en torno al Mont Vallon.

En las laderas de Cime de Caron.

 

En la vertiente oeste de Mont Vallon.

 Sin duda que el Mont Vallon ocupa un lugar destacado entre las zonas interesantes. Un sólo telecabina nos deja en la misma cima, desde la que accedemos a cualquiera de sus vertientes en las que podemos dibujar todas las líneas que nuestra imaginación sea capaz de trazar. Se trata de una Reserva Natural por lo que debemos extremar el cuidado y respetar sus zonas cerradas. Tenemos tanto descensos técnicos y empinados, como laderas amplias y abiertas donde “darle más cera”.

Al fondo el Mont Vallon.

En la empinada cara norte del Mont Vallon.

 

Uno de los itinerarios más interesantes en la cara oeste de Mont Vallon.

 

Los remolinos de viento arrastraban la poca nieve polvo que había.

El viento había barrido la nieve de las zonas altas, pero en la parte baja del Mont Vallon, cerca del telesilla Moures Rouges, el bosque de pino negro había acumulado nieve polvo seca. Las formaciones de pequeños “pillows” sobre rocas y árboles nos permitieron disfrutar de saltos y trucos en ellos. Es una zona divertida y protegida de las inclemencias por el relieve y el bosque.

Entretenidos entre los pillows

… que nos hicieron disfrutar del bosque…

Y la nieve polvo acumulada allí.

 El sector de Cote Brune y Plattieres tiene unos “fuera de pistas” muy interesantes en donde la nieve polvo se acumula y conserva bien. Con laderas amplias y algunos canales, conforman un sector entretenido y cercano a las pistas. Esto hace que enseguida sea trillado pero siempre queda sitio para otra traza nueva. En resumen, una estación inmensa en la que no deja de haber pequeños rincones para descubrir.

 

Laderas de Mont de La Chambre.

 

Enriscada cerca del telesilla de Bou des Lanches

Entre las rocas del bosque al pie de Mont Vallon.

 

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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Categorías: ESQUÍ, Freeride