Las nieves del Kilimanjaro

El Kilimanjaro, montaña blanca en swahili, guarda en su cima a casi 5900 m, el hielo  glaciar testigo de épocas más frías. Sus glaciares encogen de manera alarmante y los expertos pronostican su desaparición en unas pocas decenas de años si continuamos con este ritmo de calentamiento global. Vamos a describiros su ascensión por la ruta Marangu.

                    Ficha Técnica                                            Mapa de Situación

                   

El Kilimanjaro nos evoca esa imagen de joya única, de lugar especial, que puede que no perdure en el tiempo y se extinga como ya ocurre con las ancestrales costumbres de muchas de las tribus de este continente. ¿Por cuánto tiempo podremos contemplar sus diamantes blancos y azules, sus glaciares?

Los últimos glaciares del Kilimanjaro. Foto: www.tiffanyeatworld.blogspot.com.au

En prácticamente todo el planeta se aprecian las consecuencias del actual calentamiento atmosférico global. La mayor parte de los glaciares del mundo están sufriendo una reducción importante del tamaño de sus hielos. Todavía recuerdo las grietas del glaciar del Aneto la primera vez que fui hace ya 30 años. Grietas ya minúsculas en estos raquíticos glaciares que nos quedan en Pirineos. También recuerdo cuando íbamos al glaciar de Bossons en Chamonix los días de mal tiempo a practicar en sus seracs a un paso del pueblo. Ahora tanto ha retrocedido que se ha vuelto impracticable e incluso en La Mer de Glace, cada año cuesta más descender hasta sus hielos desde Montenvers. Idénticos comentarios hemos podido escuchar en los Andes en donde año tras año se desmoronan y colapsan los glaciares, o en los kilométricos  hielos del Tien Shan que retroceden inexorablemente.

Extensión estimada de los hielos del Kilimanjaro 1912 y 2002. Fuente: American Association for the Advancement of Science, febrero 2001

La punta más alta del Kilimanjaro, el pico Uhuru, se eleva hasta los 5895 m de altitud y sus nieves han inspirado a escritores, cinematógrafos y artistas. Encontrar un lugar en el calor de África en donde la nieve perdura proporcionando agua y frescor a las regiones de alrededor es, cuando menos, sorprendente. Y aunque hay otras montañas africanas en las que también perduran los hielos (Monte Kenia o las cimas del Ruwenzori), este macizo volcánico se alza sobre todos ellos.

Sobresaliendo por encima de las nubes. Foto: www.hastalosjuegos.es

La estructura volcánica que sustenta el cono principal abarca una vasta región que va elevándose poco a poco sobre la planicie entre Kenia y Tanzania. Su paisaje va cambiando a medida que ascendemos, desde los densos bosques de pluvisilva, pasando por los páramos de matorral hasta el desierto alpino. Tiene dos conos volcánicos muy diferentes. Uno es el Mawenzi de 5150 m, de menor altitud pero mucho más abrupto en donde afloran las rocas igneas más duras formando esacarpes y columnas de basalto. El cono mayor, el Kibo, culmina en un perfecto y enorme cráter.

Desde la carretera de Arusha a Moshi.

La ruta más frecuentada es la Marangu (o ruta “coca-cola”) se realiza en cuatro etapas y es fácil técnicamente, es una calcetinada. Pero su sencillez no nos debe llevar a engaño ya que nos estamos moviendo a una gran altitud y el proceso de aclimatación debe hacerse rigurosamente. Estas etapas nos facilitan el proceso ya que cada día de aproximación ascendemos tranquilamente y existen cómodas instalciones donde comer y dormir bien. La ascensión en cinco días suele ser suficiente para alcanzar la cima sin sufrir mal de altura, pero sería conveniente tener la posibilidad de descansar algún día más por si se diera el caso de que no nos aclimataramos lo suficiente.
Paloma, Paco y Almudena buscando un “matatu” en Nairobi.

Desde el pueblo de Moshi nos trasladamos en vehículo hasta la puerta del Parque (Marangu Gate) a 1800 m de altitud. Aquí nos llevamos una gran decepción ya que nos confiscaron los parapentes con los que pensábamos volar desde la cima. Está prohibida cualquier cosa que no sea ir andando, y los permisos para algo diferente son caros y muy complicados. Se negaron en rotundo a facilitarnos los trámites y tuvimos que desistir de intentar el vuelo. Si vais a realizar  alguna actividad diferente a lo normal, debéis informaros bien y tramitar los permisos con mucha antelación.

Marangu Gate, entrada al Parque.

1ª ETAPA: Marangu 1800 m – Mandara 2700 m 

Desde Marangu, y una vez realizados los trámites burocráticos y contratado al Guía, nos espera una etapa de unas 4 horas hasta las cabañas de Mandara Huts a 2700 m. Toda la etapa discurre por un denso bosque de pluvisilva en el que todos los días llueve, a veces simplemente es un “calabobos”, pero por la tarde suelen desarrollarse las tormentas. El ambiente selvático nos acompaña todo el camino en el que oiremos, más que veremos, todo tipo de animales. Con suerte nos toparemos con algunos monos, aves o felinos de tamaño pequeño, pero el leopardo que habita estas selvas no se deja ver en esta masificada ruta.

La lluvia horizontal típica de la pluvisilva nos acompañó durante gran parte de la jornada.

Por el bosque de brezos arborescentes.

La fauna no se deja ver, pero la flora es sorprendente.

Cómodo alojamiento en Mandara Hut a 2700 m.

2ª ETAPA: Mandara 2700 m – Horombo 3700 m 

Este día llegaremos hasta Horombo Huts, ya a 3700 m de altitud, en unas 5 horas de caminata. Enseguida abandonamos la pluvisilva para adentrarnos en un bosque de brezos con porte arbóreo que a medida que ascendemos se vuelven más pequeño y dan paso a terreno de matorral en el que crecen los Senecios y las Lobelias gigantes, más altas que una persona. Desde aquí ya divisamos el Mawenzi, que rodeamos y vamos dejando atrás. Aquí abundan los roedores y los cuervos de espalda blanca que están acostumbrados a la rapiña de las viandas de los turistas. Normalmente aquí permanecemos una jornada más de descanso que suele emplearse en ascender camino de las faldas del Mawenzi hasta los 4500 m de altitud.

El bosque da paso al matorral durante la 2ª jornada.

Senecios gigantes cerca de Horombo.

Flores que parecen hechas de papel.

Cerca de Horombo Hut a 3700 m.

3ª ETAPA: Horombo 3700 m – Kibo Hut 4700 m

Desde Horombo hasta Kibo Hut a 4700 m de altitud, nos llevará entre 4 y 5 horas. Nos introducimos en la zona de desierto alpino. La vegetación va desapareciendo hasta encontrarnos con el suelo yermo y el cono volcánico aparece frente a nosotros dominando el paisaje. A esta altitud no es difícil que se ponga a nevar después de mediodía cuando las nubes se enganchan al Kibo. Este inhóspito lugar nos sirve de descanso para afrontar la etapa decisiva y es aquí en donde debemos prestar atención a los posibles síntomas de mal de altura que nos aconsejen renunciar a la cima.

En el último punto en el que podemos encontrar agua que, por supuesto, hay que potabilizar.

Camino del Kibo Hut.

Desierto alpino camino durante la 3ª etapa.

En el Kibo Hut a 4700 m con el Mawenzi al fondo.

4ª ETAPA: Kibo Hut 4700 m – Uhuru 5895 m – Horombo 3700 m

El día de cima nos levantamos muy pronto, en torno a las 12 de la noche, para ascender el monótono y pesado camino de Gilman’s Point a 5600 m, ya en el borde del cráter. Es muy posible que encontremos nieve y el frío sea intenso, pero el espectáculo del amanecer nos hará olvidar todo sufrimiento. Las primeras luces bañan el interior del inmenso cráter que tenemos que rodear para llegar al punto más alto de África, el pico Uhuru. De camino podemos tocar el hielo fósil del casquete glaciar  que reposa en las cercanías de la cima. Un pequeño esfuerzo más y conseguimos alcanzar estos 5895 m del techo de África. En total habremos empleado entre 6 y 10 horas pero el descenso por las pedreras se efectúa mucho más rápidamente, también debido a que según bajamos vamos recobrando el aire que nos faltaba al subir. La jornada no acaba hasta que llegamos a Horombo a dormir.

En Gilman’s Point a unos 5600 m, ya en el borde del cráter.

Los últimos hielos fósiles del Kilimanajro.

Último esfuerzo antes de llegar a la cima.

Y por fin el Uhuru Peak a 5895 m, techo de África.

5ª ETAPA: Horombo 3700 m – Marangu 1800 m

Y para rematar, un tranquilo descenso desde Horombo hasta Marangu con la satisfacción de haber tocado el techo del continente africano y los hielos que, ojalá nunca se derritan. Un camino que se hace cómodo y en el que podemos entretenernos en  contemplar la especial flora y fauna de este lugar.

Cerca de Arusha en donde la economía se basa en el turismo.

Aunque estos Masais posaban para la foto, todavía se resisten a abandonar su tradicional vida de ganaderos.

De vuelta en Moshi, y si nos quedan días libres, podemos optar por visitar los parques cercanos. Nosotros aprovechamos para ver el lago Manyara y el cráter del Ngorongoro y, a pesar de ser objetivo de todos los turistas, observar la fauna salvaje en su ambiente impresiona: jirafas, cebras, búfalos, ñues, leones, guepardos, monos, águilas, etc… Es como un documental de La 2, pero en directo.

LAGO MANYARA:

El inmenso lago Manyara.

Jirafa reticulada.

Chorlito coronado.

Grupo de Gacelas de Thomson.

CRÁTER DEL NGORONGORO:

Entrando en el cráter del Ngorongoro a 2500 m de altitud.

Leonas sesteando cerca del lago Mayadi.

El búfalo, mucho más peligroso que los mismos leones.

El rinoceronte blanco.

Y si podéis no dejéis de visitar las playas de Mombasa con su arena blanquísima, sus palmeras al borde del agua y su barrera de coral. Será un viaje que nunca olvidaréis. 

DIANI, MOMBASA:

Los descarados Cercopitecos.

Impresionante playa de Diani en Mombasa.

La guinda de un viaje inolvidable.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.

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Categorías: Alpinismo, MONTAÑA

Camino del Toubkal

Ascender el Toubkal no era el objetivo si no la excusa para recorrer Marruecos de norte a sur para enseñar a nuestros hijos su cultura y sus gentes. Un viaje atravesando la cordillera del Rift, pasando por el Medio y el Alto Atlás y terminando en el erg Chebi.

Ficha Técnica                                       Mapa de Situación

                   

Hace unos años cruzamos Marruecos de norte a sur por pistas. Fue un viaje de descubrimiento de una cultura diferente que nos sorprendió e impactó desde el comienzo al llegar a Chauen. Después fuimos a Ketama, por aquel entonces centro comercial del hachís, donde comenzaban los caminos que atraviesan la cordillera del Rift. Tras visitar la medina de Fez y quedar impresionados por sus colores y olores, volvimos a poner rumbo al sur atravesando el Medio Atlas con un buen tomo de nieve, hasta Marrakech. Ascendimos al Toubkal cargado de nieve desde muy abajo y siguiendo más al sur llegamos por unas arenosas y solitarias pistas hasta el Erg Cheb, en donde incluso nos llovió.

En el 2001 volvimos con nuestros hijos a quienes queríamos enseñar estos paisajes y estas culturas tan diferentes a lo que estamos acostumbrados en Europa. Unas gentes que nos enseñan que con menos cosas materiales pueden ser tan felices o más que nosotros. La furgoneta fue nuestra casa durante casi todo el recorrido durmiendo donde nos pillaba y siempre pudimos sentir su hospitalidad.

Hicimos parada obligada en la ciudad imperial de Fez, visitando su impactante medina, con sus estrechas callejuelas en donde los burros cargados tienen la preferencia. Los artesanos trabajando en plena calle son un espectáculo y es fácil sucumbir a la compra de algún recuerdo. Y obligada es la visita a la famosa curtiduría de Chouwara que parece una paleta de pintor con sus colores y en donde sus fuertes olores impregnan el aire.

Atravesamos después el Medio Atlas con sus bosques de cedros, algunos enormes, y que te transportan a otras latitudes más septentrionales si no fuera por los monos que habitan estas montañas. Una región curiosa, con estaciones de esquí y un pueblo llamado Mischlifen con casas de estilo alpino, que te descolocan. En Marrakech es obligado visitar la mezquita Kutubia y la plaza de Jemaa el Fna al anochecer, con los vendedores ambulantes, charlatanes, encantadores de serpientes, etc. Todo un poco turístico pero imprescindible.

En el pueblo de Imlil contratamos un porteador con mula para llevarnos la tienda y parte del material hasta las cercanías del refugio Neltner. Desde los 1740 m de altitud del pueblo, un pedregoso y en esta ocasión reseco camino, nos conduce a la zona de acampada a 3200 m. Un desnivel considerable que nos tomamos con calma para no forzar la máquina y acabar padeciendo la falta de aclimatación. Esta vez el Toubkal tenía muy poca nieve para ser abril y con el frío del amanecer salimos de la tienda y nos pusimos en camino sin prisa. Remontamos las pedreras y los pequeños neveros hasta el plató cimero. En la cima a 4167 m, les nombré a mis hijos caballeros de los cuatromiles ya que era su primera montaña que supera esa altitud. Hacia el sur una vista inmensa hasta el desierto. Y lo mejor, la bajada a ratos corriendo hasta la tienda.

Para terminar y después de visitar las gargantas del Todra, pusimos rumbo al sur hasta el pueblo de Rissani en donde comienza una pista hacia Merzouga. Es un camino en donde debíamos tomar precauciones para no quedarnos enganchados en las dunas con la furgoneta, pero merece la pena visitar las arenas del Erg Chebi. Aquí el desierto se muestra en toda su plenitud, con un campo de dunas de hasta de 150 m de altura que se extienden hasta el horizonte, y una laguna cercana que en ocasiones se seca. Descansar aquí unos días respirando la paz de este increíble lugar es algo que no hay que perderse.

Marruecos nos ofrece una variedad de paisajes sorprendentes que junto a la hospitalidad de sus gentes, hacen de este país hermano un destino perfecto para conocer otras formas de pensamiento y a otras culturas.

El “petit bereber” y el “holandés”.

Texto e imágenes: equipo RECmountain

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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.

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Corredor Ledormeur al Vignemale

El Vignemale es un montañón: cualquiera de sus rutas implica compromiso. Fernando y yo esquiamos en marzo del 2001 el corredor Ledormeur, que llega muy cerca de la cima de La Clot de la Hount. Una canal no muy difícil, excepto si te la encuentras helada, como nos ocurrió a nosotros.

      Ficha Técnica                                             Mapa de Situación

                     

El corredor Ledormeur se encuentra en la vertiente noreste del macizo del Vignemale. Es una canal no muy larga ni empinada que remata una larga ascensión al Pico de La Clot de La Hount desde Pont d’Espagne a una altitud de 1460 m. Fernando y yo sólo encontramos nieve desde la cota de los 2000 m, un poco antes de llegar al Refugio de Les Oulettes de Gaube que está a 2150 m. Una buena paliza cargando con la comida, sacos y los bártulos de escalada, y para rematar la faena, bajo una preocupante lluvia que nos hacía dudar si merecía la pena.

Ya en el saco confiábamos en que más arriba fuera nieve todo lo que estaba cayendo. A la mañana siguiente amaneció casi despejado con una ligera nevada sobre la nieve vieja endurecida. Hacemos mochilas, ponemos pieles y “parriba”. Según ascendíamos al Col des Oulettes, las nubes iban dejando a la vista la inmensa pared norte del Pique Longue blanqueada por la nieve reciente y el verglás, y empotrado entre las paredes, el fabuloso Couloir del Gaube que tanto nos costó escalar años atrás.

Según llegamos al Col, las rampas que conducen al circo de La Clot de La Hount estaban totalmente heladas. Por aquí también había llovido, se había recongelado fuertemente y después había nevado de manera débil. La poca nieve caída rodaba por las pendientes acumulándose en las hoyas y dejando al aire una costra de hielo que ni las mejores cuchillas. Fernando y yo decidimos calzarnos aquí los crampones, antes de afrontar estas heladas pendientes que con nieve las subes sin más problemas. De hecho, mientras nos colocábamos las tablas en la espalda, unos vascos nos pasaron con los esquís puestos muy decididos. Pero tal y como pensamos, afrontar ese hielo con esquís no era buena idea. Enseguida les dejamos atrás, luchando a cada paso con no resbalar y perder toda la subida hecha.

Desde la base del corredor podíamos distinguir perfectamente las zonas oscuras donde el hielo afloraba y las blanquitas de la nieve nueva acumulada en las zonas protegidas del viento. En esas zonas de acumulación, la progresión era fácil por esa nieve polvo compacta, pero cuando llegaban las placas de hielo, la bota rompía la costra y se hundía. Se subía bien, pero a la hora de bajar: ¿nos aguantaría la costra sin romperse? De cualquier forma, rompiendo la costra o patinando sobre ella, el descenso no pintaba nada bien. Pero ya que estábamos allí, había que catarlo.

Afrontamos las primeras rampas empinadas y aunque la costra cada vez es más dura, seguimos pudiendo clavar la bota. Vamos memorizando donde se encuentran los depósitos de nieve polvo para ver si los podemos enlazar en el descenso. Según llegamos a la zona más inclinada, poco más de 45º, las manchas de nieve van escaseando más y la superficie del hielo es cada vez más lisa.

Los últimos metros acumulan nieve polvo sólo a los lados y de manera discontinua, así que no sabemos bien cómo vamos a pasar este tramo. Alcanzamos la arista que conduce a la cima de La Clot de La Hount y buscamos un sitio cómodo para prepararnos y valorar la situación.

Está claro que la costra es lo suficientemente gruesa para no romperla con los esquís y bastante lisa como para que no agarren los cantos en las zonas más empinadas. Decidimos ponernos el arnés, colocar los tornillos y ferralla en él, y llevar el piolet en la mano en estos primeros metros. Comenzamos por una de las acumulaciones a nuestra izquierda, pero cuando llegamos a la zona más empinada se acaba. Intento comprobar si los cantos agarran algo y me lanzo hacia otra acumulación de nieve polvo. Lo esperado: no agarra nada y me detengo gracias a la otra lenteja de nieve. Fernando lo tiene peor porque le he barrido la poca nieve que había. No nos queda otra que anclarnos a la nieve, quitarnos esquís, ponernos crampones y atravesar la canal hasta la acumulación de nieve que tenemos al otro lado, a la derecha del corredor.

Volvemos a calzarnos los esquís. Por este otro lado de la canal tenemos más continuidad de nieve polvo y, aunque vamos barriéndola según bajamos dejando el hielo al descubierto, podemos esquiarla y descender hasta la mitad. Otro paso complicado de acumulación a acumulación, pero esta vez con menos pendiente, por lo que podemos esquiar sin más problemas hasta la base del corredor.

Después nos espera una exigente bajada hasta el refugio, eso sí, variada: nieve polvo, hielo y algunos tramos de costra en donde los esquís rompen y se encarrilan empecinándose en seguir rectos. Por fin llegamos al refugio y tras recoger, vuelta al coche andandito. No ha sido una de las mejores bajadas que hemos hecho, pero sí de las más exigentes. Y de todo se aprende…

Y aquí seguimos los yayo-riders con toda la chavalada, enseñándoles cómo hay que esquiar, que estos jóvenes no saben girar; sólo saben hacer “rectos”.
Texto: Luis Pantoja; Imágenes: RECmountain

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Categorías: ESQUÍ, Esquí de Montaña