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Corredor Ledormeur al Vignemale
El Vignemale es un montañón: cualquiera de sus rutas implica compromiso. Fernando y yo esquiamos en marzo del 2001 el corredor Ledormeur, que llega muy cerca de la cima de La Clot de la Hount. Una canal no muy difícil, excepto si te la encuentras helada, como nos ocurrió a nosotros.
Ficha Técnica Mapa de Situación
El corredor Ledormeur se encuentra en la vertiente noreste del macizo del Vignemale. Es una canal no muy larga ni empinada que remata una larga ascensión al Pico de La Clot de La Hount desde Pont d’Espagne a una altitud de 1460 m. Fernando y yo sólo encontramos nieve desde la cota de los 2000 m, un poco antes de llegar al Refugio de Les Oulettes de Gaube que está a 2150 m. Una buena paliza cargando con la comida, sacos y los bártulos de escalada, y para rematar la faena, bajo una preocupante lluvia que nos hacía dudar si merecía la pena.
Ya en el saco confiábamos en que más arriba fuera nieve todo lo que estaba cayendo. A la mañana siguiente amaneció casi despejado con una ligera nevada sobre la nieve vieja endurecida. Hacemos mochilas, ponemos pieles y “parriba”. Según ascendíamos al Col des Oulettes, las nubes iban dejando a la vista la inmensa pared norte del Pique Longue blanqueada por la nieve reciente y el verglás, y empotrado entre las paredes, el fabuloso Couloir del Gaube que tanto nos costó escalar años atrás.
Según llegamos al Col, las rampas que conducen al circo de La Clot de La Hount estaban totalmente heladas. Por aquí también había llovido, se había recongelado fuertemente y después había nevado de manera débil. La poca nieve caída rodaba por las pendientes acumulándose en las hoyas y dejando al aire una costra de hielo que ni las mejores cuchillas. Fernando y yo decidimos calzarnos aquí los crampones, antes de afrontar estas heladas pendientes que con nieve las subes sin más problemas. De hecho, mientras nos colocábamos las tablas en la espalda, unos vascos nos pasaron con los esquís puestos muy decididos. Pero tal y como pensamos, afrontar ese hielo con esquís no era buena idea. Enseguida les dejamos atrás, luchando a cada paso con no resbalar y perder toda la subida hecha.
Desde la base del corredor podíamos distinguir perfectamente las zonas oscuras donde el hielo afloraba y las blanquitas de la nieve nueva acumulada en las zonas protegidas del viento. En esas zonas de acumulación, la progresión era fácil por esa nieve polvo compacta, pero cuando llegaban las placas de hielo, la bota rompía la costra y se hundía. Se subía bien, pero a la hora de bajar: ¿nos aguantaría la costra sin romperse? De cualquier forma, rompiendo la costra o patinando sobre ella, el descenso no pintaba nada bien. Pero ya que estábamos allí, había que catarlo.
Afrontamos las primeras rampas empinadas y aunque la costra cada vez es más dura, seguimos pudiendo clavar la bota. Vamos memorizando donde se encuentran los depósitos de nieve polvo para ver si los podemos enlazar en el descenso. Según llegamos a la zona más inclinada, poco más de 45º, las manchas de nieve van escaseando más y la superficie del hielo es cada vez más lisa.
Los últimos metros acumulan nieve polvo sólo a los lados y de manera discontinua, así que no sabemos bien cómo vamos a pasar este tramo. Alcanzamos la arista que conduce a la cima de La Clot de La Hount y buscamos un sitio cómodo para prepararnos y valorar la situación.
Está claro que la costra es lo suficientemente gruesa para no romperla con los esquís y bastante lisa como para que no agarren los cantos en las zonas más empinadas. Decidimos ponernos el arnés, colocar los tornillos y ferralla en él, y llevar el piolet en la mano en estos primeros metros. Comenzamos por una de las acumulaciones a nuestra izquierda, pero cuando llegamos a la zona más empinada se acaba. Intento comprobar si los cantos agarran algo y me lanzo hacia otra acumulación de nieve polvo. Lo esperado: no agarra nada y me detengo gracias a la otra lenteja de nieve. Fernando lo tiene peor porque le he barrido la poca nieve que había. No nos queda otra que anclarnos a la nieve, quitarnos esquís, ponernos crampones y atravesar la canal hasta la acumulación de nieve que tenemos al otro lado, a la derecha del corredor.
Volvemos a calzarnos los esquís. Por este otro lado de la canal tenemos más continuidad de nieve polvo y, aunque vamos barriéndola según bajamos dejando el hielo al descubierto, podemos esquiarla y descender hasta la mitad. Otro paso complicado de acumulación a acumulación, pero esta vez con menos pendiente, por lo que podemos esquiar sin más problemas hasta la base del corredor.
Después nos espera una exigente bajada hasta el refugio, eso sí, variada: nieve polvo, hielo y algunos tramos de costra en donde los esquís rompen y se encarrilan empecinándose en seguir rectos. Por fin llegamos al refugio y tras recoger, vuelta al coche andandito. No ha sido una de las mejores bajadas que hemos hecho, pero sí de las más exigentes. Y de todo se aprende…
Y aquí seguimos los yayo-riders con toda la chavalada, enseñándoles cómo hay que esquiar, que estos jóvenes no saben girar; sólo saben hacer “rectos”.
Texto: Luis Pantoja; Imágenes: RECmountain
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ADVERTENCIA: Las actividades aquí descritas entrañan riesgos y están realizadas por especialistas y técnicos expertos. Advertimos de la necesidad de practicarlas con la prudencia y experiencia necesarias, con la técnica y el material adecuados y acompañados de guías o monitores profesionales.